jueves, 1 de octubre de 2009

Cueva.

Siguió los sonidos hasta dar con su origen. Provenían de dentro de una de las grietas de la montaña. Apenas se la podía ver entre la compleja red de enredaderas que crecía por toda la entrada.
Se asomo lentamente. El sonido era cada vez más fuerte, y era un alivio, ya que dado el nivel de oscuridad eso era el único modo de llegar al final sin perderse.
Una vez que la luz del exterior se perdió, una al otro lado empezó a crecer, era una pequeña fogata.

Al acercarse comprobó que a su lado había un hombre. Por su apariencia se diría que llevaba en este sitio desde hace ya bastante tiempo. Pero estaba en silencio. El ruido venia de una radio que soltaba una música en un idioma inentendible, pero de ritmo interesante.

Sin más, al quedarse de rodillas frente a aquel hombre le pregunto lo que hacía en esta cueva, si no extrañaba el exterior. El hombre tardo unos segundos en reaccionar. Le miro. Su rostro era sombrío. Se quedo mirándole unos segundos más pensando en la respuesta correcta hasta que le dijo: “¿Hacer? No hago nada. Y si, extraño. Pero una vez te apartas del mundo, el ya no te vuelve a buscar.”
“No estoy seguro de ello, yo estoy aquí.” Le respondió extendiéndole la mano.

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