martes, 24 de mayo de 2011

P.

-Bienvenido. – Le dijo una mujer de hermosos cabellos finos del color de la luna que brillaban bajo su luz. – Hace tiempo que esperábamos tu llegada Arturo.

Arturo miro a su alrededor. Se encontraban en un bosque. Rodados de arboles sin hojas y secos que crujían al interponerse a un leve viento que poco a poco intentaba crecer en vano. Bajo sus pies apenas se veía el césped entre todas las hojas caídas. La Luna estaba llena y todo estaba cubierto de un color triste y melancólico.

-¿Dónde estoy? – Pregunto Arturo a la joven mujer.

-Este es tu hogar ahora. Tu nueva casa.- Arturo intento responder pero no pudo. Acabo cautivado por los enormes ojos grises de aquella mujer. Aquella belleza no era real pensó, pero aun así no podía evitar el quererla, el poseerla para sí. – Ven, es por aquí. – Le señalo un pequeño camino entre las hojas. A lo lejos no se veía nada más que el bosque. – No queda muy lejos, un par de minutos y llegaremos a un pequeño rio, lo atravesaremos y llegaremos. – Intento tranquilizarle.

A medida que avanzaban, Arturo comenzó a fijarse más en aquel lugar. Todo era muy extraño. No sabía como había llegado, ni quien era aquella mujer. Ni siquiera sabía dónde estaba.
Varios segundos más adelante, el débil viento consiguió algo de fuerza y movió algunas hojas del suelo dejando ver debajo. Aquello sorprendió a Arturo. El verde césped que esperaba encontrar no estaba allí. Lo que vio fueron cadáveres de pequeños animales mesclados entre las hojas y un barro mohoso. En su rostro no puedo evitar soltar una aterradora mirada hacia todos lados. Su mirada recorrió todo su alrededor hasta dar con la sombra de la mujer que le llevaba dulcemente de la mano. Aquella sombra era como mínimo siete veces más grande de lo que debería y su forma no coincidía con ningún ángulo de ella. Y no solo eso, también se percato de que aquella sombra sujetaba una gran hoz que arrastraba moviendo las hojas a su paso.
Lentamente levanto la mirada y se encontró de frente con los ojos de la mujer.

-Bienvenido a casa. – Le dijo con una sonrisa enfermiza en su rostro.