martes, 27 de diciembre de 2011

Corriendo.

Entre la lluvia de flechas y chispas del choque entre espadas pasaba el corriendo a toda velocidad. Con un brazo apuntando con el codo hacia delante y el otro estirado hacia atrás se abría paso entre la multitud que le rodeaba. Varios eran los golpe de hojas que iban en su dirección y eran respondidos con rápidos movimientos de sus espadas cortas mientras giraba sobre si mismo dando pequeños saltos mientras seguía avanzando.
Nada le detenía.
Tenia su meta marcada a fuego en su cabeza.
Y llegaría hasta ella aun a costa de su propia vida.
A cada paso que daba su odio aumentaba, su sed de venganza. Y con ella su velocidad. Ningún humano podría correr a esa velocidad y menos aun mantener el equilibrio. Pero el podía, y con una gracia imponente.
Las flechas volvían a tapar el Sol y a caer sobre su cabeza otra vez. Pero ninguna le alcanzaba. Con pequeños pasos de un lado para otro en zig zag conseguía avanzar sin un rasguño a la vez que frenaba los golpes del acero de los soldados que le rodeaban y corrían hacia el.

Eso le enfurecía aun mas. No solo el hecho de que todos quisieran su cabeza, si no el que estuvieran tan ciegos como para intentarlo siquiera tan solo por petición de un rey cegado por su propia avaricia. La fe ciega que depositaron todos aquellos hombres a los que iba quitando la vida a cada paso en un hombre al que sus vidas no importaban ni una pizca.
Sus pasos se fueron convirtiendo en zancadas cada vez mas largas. El suelo comenzo a temblar. A agrietarse a cada paso que daba hasta formar pequeñas zonas que se hundían bajo sus pies que siguieron creciendo hasta pasar a ser grandes cráteres que desfiguraban aquel enorme valle.
Todos los hombres allí reunidos comenzaron a huir lejos de el. Y los que no lo conseguían a tiempo acababan aplastados por la imponente fuerza gravitatoria de sus pisadas.
A esa velocidad no tardo demasiado en vislumbrar al final del camino su meta.
Sentada en un trono de oro recubierto de esmeraldas que formaban el símbolo de su reinado.
Sujetandose la cabeza con una mano como si se aburriera. Como si toda la masacre allí vivida no le importara lo mas mínimo.
Mostrando una leve sonrisa de superioridad.

Y eso le enfurecía aun mas.
En cuanto se acerco lo suficiente salto hacia delante gritando con todas sus fuerzas y cargando el filo de sus espadas hacia el cuerpo del malvado rey.
Cientos de imágenes pasaron por su mente en aquel momento. Todos los castigos sufridos por aquel hombre. Todas las atrocidades que tuvo que vivir por el. Todo el dolor de ver morir a todo aquel que llego a amar a lo largo de su vida.
Pero eso era algo pasado y el lo sabia. Libero su mente y acabo por volver en si justo antes de chocar contra el duro metal del escudo del rey.
El choque le hizo retroceder varios metros en el aire hasta caer al suelo donde sus pies se hundieron en el barro.

-Ven chico, demuéstrame lo que vales. - Le reto mientras le pedía que se acercara con la mano.

Recuperando el aliento volvió a cargar contra el. Pero volvió a rebotar contra su escudo. Mientras se reponía del golpe fue alcanzado por el metal del rey en un hombro. Aquello le hizo retroceder aun mas. La sangre brotaba de la herida. Pero no era suficiente para vencerle. Aun si moría se lo llevaría consigo.
Volvió a la carga y esta vez le alcanzo en una de las piernas, lo que le hizo caer con la rodilla al suelo. tuvo que apoyar la espada en el barro para mantener el equilibrio. Maldijo a los dioses y volvió su vista hacia el rey, quien comenzó a reírse al verle en semejante estado.
Varias habían sido las veces que se habían enfrentado en el pasado, y siempre había perdido. pero esta vez tenia que ser diferente. Había gastado hasta su ultimo aliento entrenándose para ese momento. El momento en que lo atravesaría con el acero de su espada y se llevaría consigo su ultimo aliento.
Aguantando la espiración y mostrando un fuerte dolor en el rostro se puso en pie. Cerro los ojos y apretó fuertemente las empuñaduras con sus manos. Tanta era la presión que comenzó a caer sangre de sus puños cerrados. Abrió los ojos y dedicó al rey una mirada llena de odio, de furia y de una venganza jamas vista. Grito su nombre con todas sus fuerzas y volvio a cargar contra el.
En el momento en que el rey alzo su escudo, dio un salto hacia un lado girando consigo todo su cuerpo y aprovechando el giro cargo con su espada derecha contra la muñeca del rey. su escudo cayó al suelo junto con su mano y un grito agudo de dolor. La pequeña risa paso a convertirse en una mueca de dolor insufrible por la perdida de su mano. La risa ahora había cambiado de dueño.
Comienzo a caminar en círculos alrededor del rey mirándole. Retosándose de su dolor, de su perdida y de su impotencia en aquellos momentos. Se detuvo delante de el. Apoyo ambas espadas sobre sus hombros cruzándolas entre si. Y con una pequeña lágrima de victoria acabo con su vida en aquel destrozado y embarrado campo de batalla desprovisto de vida.

martes, 20 de diciembre de 2011

Quien sabe.

Se despertó una cálida mañana de martes. Eran las siete y media pasadas cuando sonó el despertador el cual golpeo con su mano estirada tirándolo de la mesita de cama al suelo. Se sentó sobre la cama y mientras arrastraba las legañas de sus ojos frotándose con las manos, miro hacia la puerta. Su traje de trabajo colgaba ahí todos los días, nunca faltaba. Una mueca de cansancio recorrió su rostro cuando se puso de pie. Camino hacia el baño y se lavo la cara intentando animarse un poco antes de empezar el día. Bajo al salón, encendió la televisión para ver las noticias del día y vio que el pronóstico para el día de hoy seria soleado. Aquella tarde acabaría lloviendo. Pero el ya lo sabía.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Tengo una duda.

¿Ese muñeco es blandito?

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Manifestación.

- Ya casi es la hora. – Dijo por el móvil antes de colgar. Se ajusto el cinturón y el chaleco y comenzó a caminar hacia delante.
La sala estaba repleta de genta bailando al son del vals que tocaba la pequeña orquesta delante del la pista de baile.
A medida que avanzaba, las miradas se iban centrando en el, los murmullos, las risitas bajas. Su presencia llamaba la atención. Entre tantos hombres de etiqueta y mujeres con ostentosos vestidos, el con su chaleco oscuro y sus vaqueros resaltaban como la Luna en la noche. Poco a poco todos se fueron girando hacia él, hacia su andar rengo, su mirada perdida en el centro de la pista de baile, en sus balbuceos casi inaudibles.

Poco tardo en llegar al centro. Algunos de los que allí bailaban aun no se habían percatado de su presencia.

Varios metros por delante, se encontraba el Rey sentado junto a sus dos hijas, los tres le miraban extrañados mientras hablaban entre sí.

Se quedo quieto en el centro con las piernas estiradas, mirando hacia arriba, al cielo, a través del gran ventanal que se paraba sobre ellos. Estiro sus brazos hacia los lados, miro hacia donde se encontraba el Rey y grito: “¡Viva la republica!”
Se creó una explosión a su alrededor. Los que estaban junto a él en la pista de baile frenaron con sus cuerpos la metralla que llevaba escondida en los bolsillos del cinturón antes de caer secos al suelo. Los que estaban más alejados cayeron tras la onda expansiva que rompió el ventanal sobre ellos dejando caer los trozos de cristal sobre los cuerpos de los caídos.

Un caos de gritos y llantos inundo la sala, todos corrían desaforados hacia la salida más próxima a ellos.
Los cuerpos de seguridad corrían a escoltar al Rey el cual se encontraba en estado de shock. Tenía la mirada perdida entre tanta masacre, incapaz de articular palabra.

“Viva” Fue lo último que escucho antes de sentir el frio del metal sobre su cabeza y su consiguiente estruendo.