miércoles, 7 de diciembre de 2011

Manifestación.

- Ya casi es la hora. – Dijo por el móvil antes de colgar. Se ajusto el cinturón y el chaleco y comenzó a caminar hacia delante.
La sala estaba repleta de genta bailando al son del vals que tocaba la pequeña orquesta delante del la pista de baile.
A medida que avanzaba, las miradas se iban centrando en el, los murmullos, las risitas bajas. Su presencia llamaba la atención. Entre tantos hombres de etiqueta y mujeres con ostentosos vestidos, el con su chaleco oscuro y sus vaqueros resaltaban como la Luna en la noche. Poco a poco todos se fueron girando hacia él, hacia su andar rengo, su mirada perdida en el centro de la pista de baile, en sus balbuceos casi inaudibles.

Poco tardo en llegar al centro. Algunos de los que allí bailaban aun no se habían percatado de su presencia.

Varios metros por delante, se encontraba el Rey sentado junto a sus dos hijas, los tres le miraban extrañados mientras hablaban entre sí.

Se quedo quieto en el centro con las piernas estiradas, mirando hacia arriba, al cielo, a través del gran ventanal que se paraba sobre ellos. Estiro sus brazos hacia los lados, miro hacia donde se encontraba el Rey y grito: “¡Viva la republica!”
Se creó una explosión a su alrededor. Los que estaban junto a él en la pista de baile frenaron con sus cuerpos la metralla que llevaba escondida en los bolsillos del cinturón antes de caer secos al suelo. Los que estaban más alejados cayeron tras la onda expansiva que rompió el ventanal sobre ellos dejando caer los trozos de cristal sobre los cuerpos de los caídos.

Un caos de gritos y llantos inundo la sala, todos corrían desaforados hacia la salida más próxima a ellos.
Los cuerpos de seguridad corrían a escoltar al Rey el cual se encontraba en estado de shock. Tenía la mirada perdida entre tanta masacre, incapaz de articular palabra.

“Viva” Fue lo último que escucho antes de sentir el frio del metal sobre su cabeza y su consiguiente estruendo.

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