-1-
Era extraña
la sensación en aquel lugar tan recóndito. A
varios kilómetros de la carretera, cruzando el pequeño riachuelo y la
granja de los Steins. Los árboles y arbustos comenzaban a crecer sobre el
pequeño camino de tierra que se adentraba por el bosque hasta taparlo
completamente y no poder seguir. Nada más bajar del coche el olor era notorio
aunque se dejaba olvidar por el aroma de los arces de los alrededores. El
bosque se hacía bastante cerrado desde allí, el camino ya hacía tiempo que
había desaparecido por la flora local. A pesar de ser recién entrada la tarde
el día era más bien apagado, la luz del Sol no llegaba a penetrar en aquel
lugar. William Parker tenía allí una meta e iba dispuesto a cumplirla. El
profesor de la universidad del condado, un hombre ya entrado en los 40, de pelo
ya canoso pero aun dejando entrever el leve castaño que aun perduraba, de
frondosa barba algo desalineada y unos ojos cansados ya mas por su dura vida
que por su edad, era una persona conocida por su testarudez y por su mal gusto
para el té. Una persona con pocas dotes sociales aunque mantenía un selecto
grupo de amigos cercanos dentro y fuera de la universidad. Viudo y si hijos,
dedico su tiempo desde la muerte de su esposa Ofelia completamente en su
trabajo. Apenas hacia otra cosa aparte de trabajar y mantener correspondencia
con varios profesores y catedráticos sobre temas variados desde la historia,
que era su materia, hasta política, matemáticas, física y por mero hobby,
aunque nunca lo diría abiertamente, religión. A pesar de ser una persona sin
creencias religiosas, le interesaban bastante todo lo relacionado con el tema.
No solo las más conocidas, si no sobre todo aquellas más pequeñas y
desconocidas. Y fue así como acabó en mitad de un bosque en mitad de la nada aquella
tarde.
Una mañana,
William se despertó, se preparo un desayuno completo con tostadas, bacon,
huevos y una taza de té. Como de costumbre, mientras comía iba leyendo la
correspondencia que le dejaba su ama de llaves, la señora Patty Bloom, una
adorable ancianita con ligero sobrepeso y un acento inglés que la convertían en
todo un cliché andante. El caso es que aquella mañana entre carta y
carta, William reparo en un sobre más que en todos los demás. Nada lo
distinguía de los demás, ni el papel, ni la letra, ni siquiera la postal era
nada fuera de lo común, pero aun así algo en el le llamo la atención. Agarro su
abrecartas y lentamente fue cortando la parte superior del sobre hasta poder
introducir la mano y sacar la carta de su interior. Lo primero de lo que se
percató fue del peculiar olor que emanaba. No era demasiado fuerte, pero
aun así se olía y recordaba ligeramente a algún pantano o cloaca. Aun
así desplegó la hoja y con ambas
manos sosteniéndola comenzó a leerla. Se la había enviado
un tal Robert Blackwood desde alguna parte de Philadephia, no se llegaba a leer
bien el sitio exacto aunque más que un error tipográfico parecía como si al
escribirlo se hubiera arrepentido y lo hubiese intentado borrar. El tal Robert
comenzaba la carta con un simple aunque cordial saludo y comenzaba una extensa
escritura sobre el cómo llego a dar con William y el por qué. Al parecer el
señor Robert había encontrado un pequeño culto o secta de la que quería hablar
con él. Le explicaba que había intentado hablar con personas más informadas
sobre el asunto pero ninguno conocía aquello o simplemente hacían caso omiso de
sus cartas. Le cuenta que conoce a uno de los catedráticos con los que él se
comunica por correspondencia y que le hablo sobre William y su gusto por esta clase
de temas, mas que nada los pequeños cultos como este en concreto. A pesar de
todo no llega a explicar el tema en concreto, explicando al final de la carta
que por su seguridad no expondrá su información sobre el tema si no es en
persona, y que espera que le responda afirmativamente, repitiendo que es la última
persona que le queda para llegar a entender todo lo que necesita saber.
Según la señora
Bloom cuando William le pregunto sobre la carta, le dijo que un hombre se la
entrego personalmente, y que le dijo que volvería a pasar al día siguiente
sobre la misma hora para recoger su respuesta.
Aquello le pareció
bastante extraño y a pesar de todo, lo que hizo fue llamar su atención por
completo. Así que subió a su estudio, se sentó en su viejo escritorio, mojo en
tinta la pluma que le regalaron el día en que se diplomo en la misma
universidad en la que da clases y comenzó a escribir su respuesta. En
aquella carta le comentaba lo intrigado que estaba sobre el asunto y que
estaría encantado de ayudar en cualquier cosa que pudiera. Sello la carta y se
la entrego a la señora Bloom para que la entregara al día siguiente.
Paso algo mas de
una semana hasta que llego la segunda carta de Robert. Él le agradecía su
respuesta y le pedía que hablara con el hombre que le entrego la carta al día
siguiente y este le daría una dirección en donde podrían encontrarse.
Al guardar la
carta cayó en que esta no tenia aquel olor que si traía consigo la primera.
A la mañana
siguiente mientras desayunaba llamaron a la puerta. Como era normal, la que fue
a abrir era la señora Bloom, quien le aviso de que el hombre que le traía las
cartas del señor Blackwood le esperaba en la entrada. Se levanto lentamente
aunque con cierta intriga y fue a verle. Era una persona de lo mas normal, nada
en el destacaba en absoluto. Intercambiaron apenas unas palabras y se
despidieron. A pesar de ello se sorprendió del hecho de que le pidiera que no
anotara la dirección en donde se encontraría con Robert. Tanta seguridad le
intrigaba aun mas. Aquel secretismo le hacía sentir como si volviera a sus años
de juventud, y aunque le avergonzaba el mero echo de pensarlo, era algo que le
encantaba.
Guardando la
dirección en su mente espero a la tarde de aquel mismo día, que era cuando
habría de conocer por fin al tal Robert Blackwood y saber por fin a que venía
tanto secretismo. Aunque por aquel entonces no sabía lo que
aquello conllevaría y todo lo que perdería por el mero echo de haber
cruzado unas palabras con aquel hombre.
-2-
Aquella tarde
sobre las cinco, William llego al punto de encuentro. Era una cafetería
cercana al centro de la ciudad sin mucho tráfico aunque si había una importante
cantidad de gente paseando por la zona. El local era el Western Pub, un
local simple y tranquilo. Demasiado advirtió. En la mesa de la esquina al fondo
se encontraba un hombre ya pasados los 60 años y de aspecto de tener mucho mas.
Ya apenas si tenía algún que otro pelo en su cabeza costrosa por el golpear del
Sol y unos ojos, con l mirada perdida en un oscuro vacío en el que parecía
encontrarse su mente en aquel momento, detrás de unas enormes gafas de color
marrón.
Se acerco varios
pasos hasta que aquel hombre, sin mas, recupero su mente de aquel intranquilo abismo y
se percato de la presencia de William y le dedico una, aunque bastante tétrica,
sonrisa. Se presento como Robert Blackwood, le estrecho la mano y le invito a
tomar asiento. William noto la poca fuerza de su amigo y lo débil que parecía
una vez se sentó delante de él. Y no solo eso, también noto aquel aroma que
portaba su primera carta en el. Pero sin darle importancia hizo como si nada y
comenzaron a hablar.
Primero que nada,
Blackwood se disculpo por todo el teatro que había montado por todo, aunque le
explico que era un bien necesario y que una vez escuchara todo lo que le tenía
que decir, el también tendría que tomar todas aquellas prevenciones de ahí en
adelante.
William se quedo
unos segundos en silencio pensando bajo la atenta mirada de Robert. No sabía de
que trataba todo esto, pero por los temblores en la voz de su compañero sabia
que al menos para el todo este asunto acarreaba un peligro real, y fuera o no
cierto parecía como si por el mero echo de contárselo estuviera corriendo un
gran riesgo. A pesar de todo, el ya estaba completamente intrigado y quería
enterarse de una vez por todas de que iba aquello. Así que le devolvió la
mirada y le pidió que por favor se lo contara. El rostro de Robert mostró una
expresión de tranquilidad bastante notoria y comienzo a explicarle todo.
Al parecer, el y
un amigo suyo, un tal Joshua Redfort, un ex bibliotecario de Harvard había
viajado a un punto del norte de Philadelphia guiados por un libro que había
encontrado Joshua en sus años de bibliotecario. Aquel libro era algo fuera de
lo común según Robert. No sabían cómo había llegado a Harvard ni
su antigüedad, la cual remarco que era suficiente como para que ningún
experto haya podido datar su creación. El libro era bastante grande, de tapas
duras, gruesas y recubiertas de piel a la que no pudieron darle procedencia. No
era ni animal ni humana y tenia aun en nuestro tiempo una consistencia que a
pesar de dura tenía cierta blandura inexplicable. Así mismo la tapa delantera
tenia tallada sobre la piel la figura de una extraña criatura a la que no
llegaban a dar forma a pesar de lo bien conservada que se encontraba. Tal
criatura no parecía seguir las normas y reglas por las que se regían todos los
seres vivos de nuestro planeta, como bien conté, no se podía encontrar forma
alguna de imaginar un ser así en una mente cuerda. Lo peor fue cuando pregunto
por el contenido de aquel libro. Blackwood empezó por decir que la temática era
de lo mas variada aunque todo estaba relacionado con aquella criatura aunque
eso fue un hallazgo que tardaron en conseguir dado que el libro no estaba en un
idioma conocido, si no en uno perdido en el tiempo y del que no se tiene
ninguna otra información. Esa fue la respuesta de parte de expertos en la
materia al hacer estudios sobre aquellas palabras.
Aquello les había
llevado a un callejón sin salida en el que se estancaron durante mucho tiempo.
Todo el asunto fue casi olvidado por Joshua hasta enterarse de un caso en el
que trabajaba Robert. Este había hallado en conjunto con la policía local en
un pueblo cercano a Nueva York que seguían el rastro de
varias muertes de lo mas salvajes. Las víctimas eran desmembradas mientras
aun vivían y halladas sin ojos ni corazón Todo
aquello se atribuyo a algún tipo de secta religiosa que
era común en la zona aunque jamás se habían dado caso de
muertes humanas. No tardaron mucho con su ayuda en encontrar a los culpables.
A partir de ese
momento su voz se volvió temblorosa y se notaba en su rostro cierto
grado de terror.
Una noche
poco después de que él hubiera decidido ayudar en
la investigación se internaron él y cuatro agentes en el pequeño
bosque que rodeaba el pueblo. A medida que avanzaban mas y mas
al corazón del bosque un sentimiento de horror inexplicable
les crecía su interior a la vez que un ligero olor desagradable
pasaba a convertirse en un hedor putrefacto que impregnaba el aire a su
alrededor. Siguieron avanzando cada vez con mas dudas hasta que comenzaron
a oír unas voces a lo lejos delante de ellos y mientras seguían caminando empezaron a
ver luces de hogueras en la misma dirección De lejos no llegaban a
comprender aquellas voces a pesar de que incluso cada vez hablaban mas alto.
Peor fue al estar lo suficientemente cerca desde donde
tampoco entendían aquellas palabras que helaba su sangre. Y no solo
las palabras, sino también el tono de aquellas voces que
no parecían humanas. Robert insistía en que ninguna persona
tenía unas cuerdas vocales capaces de reproducir aquellos sonidos.
El y los agentes
se detuvieron a pocos pasos de aquella gente escondidos entre la maleza
esperando el momento oportuno. Estuvieron allí varios minutos, mas que por
encontrar una oportunidad, intentando recobrar fuerzas y armarse de valor
mientras las piernas les temblaban sin piedad.
Aquella noche
consiguieron atrapar a unos doce hombres y mujeres en aquel lugar mientras que
otros muchos lograron escapar. A pesar de todo, ninguno hablo y todos menos uno
se quitaron la vida aquella misma noche en sus calabozos. El restante fue
puesto bajo completa custodia por si las dudas intentaba reunirse con sus
compañeros en la otra vida. El caso fue bastante conocido en
aquellos días y fue asi como el señor Redfort no solo se entero, si
no que le sirvió para retomar todas las preguntas que tenia sobre el misterioso
libro. Como luego le dijo a Robert en cuanto se puso en contacto con él, en una
de las imágenes se veía una estatuilla de una criatura
igual o todo lo igual que algo tan abstracto podría parecerse al
relieve del libro.
Estuvieron varios
meses hasta que consiguieron descifrar parte del libro. Y lo
que hallaron no solo eran más preguntas si no cierto terror por su
contenido. Aquel libro hablaba sobre horribles criaturas más allá del
plano de nuestra realidad que esperan un llamado para despertar de su sueño
infinito y recuperar lo que una vez fue suyo terminando con todo rastro de vida
mas allá de las suyas y de sus pequeños esbirros amantes de la
locura. Aquello les creó un miedo tan oscuro y perverso en sus cuerpos que no eran
capaces de contener. En un principio a pesar del miedo no le dieron demasiada
credibilidad hasta el 15 de julio de aquel mismo año en que en el mismo pueblo
cercano a Nueva York volvió a repetirse una nueva serie de
asesinatos idénticos a los ya pasados. Y esta vez a mayor escala.
Para cuando Robert, acompañado de Joshua, llegó para ayudar a
la policía local, la gran mayoría de los residentes de la
zona habían desaparecido y los que aun quedaban estaban muertos de
miedo. No era suficiente el saber que sus vecinos eran asesinados
de maneras tan brutales y por un culto de lo mas oscuro si no
que también decían que cada noche se oían gritos y
aullidos desconocidos que provenían del bosque y que además desde hacía
dos noches también sucedían pequeños temblores de tierra al unísono
con los aullidos.
Estuvieron allí
tres días en los que no solo certificaron cada una de las cosas que
los pueblerinos decían si no que se agrego algo mas antes del final.
Los aullidos y temblores aumentaban a cada noche que pasaba y el
ultimo día sin esperarse a la noche comenzaron por el mediodía.
Aquello los desconcertó tanto a ellos como a la gente del lugar lo
que creo un caos y una histeria colectiva que ceso en cuando el aullido y su
temblor correspondiente fue tan grande que casi derriba la torre de la iglesia.
No solo fue alta su fuerza si no también la duración A
medida que pasaban los segundos su fuerza aumentaba hasta acabar en
una explosión de tierra en el centro de bosque que se pudo ver desde
la plaza del pueblo en la que todos se encontraban y que los dejo a todos
perplejos al poder entrever la figura de una criatura de titánico
tamaño entre la nube de tierra que se levantaba hacia los cielos y se evaporo
al igual que la nube. No fue necesario ir a ver, aunque igualmente lo hicieron,
el enorme cráter que se había formado en el punto central
de aquella explosión para reconocer que eso fue mas que real y que el
libro escondía mas de lo que habían visto
y quizás la única forma de detener aquello que
ya había empezado.
-3-
Robert hizo una
pausa para calmar su notoria ansiedad
mientras bebía del café que
le habían traído durante su conversación Estaba claro
que no se había dado cuenta en su momento. Aquel café estaba ya frio,
cosa que no pareció importarle demasiado mientras se
lo bebía Al acabar se seco los labios con la servilleta
y quiso retomar la historia, pero solo articulo un sonido sordo. Sus
ojos se volvieron grandes como platos y se llenaron de lagrimas que, aunque no
llegaron a caer, dejaron claro que lo que iba a mencionar era algo que le
entristecía en gran medida.
A tan solo
cinco días de lo sucedido en aquel pueblo, Joshua le menciono a
Robert que sentía una mirada constante sobre su espalda, incluso dentro de su
propia casa. Ciertamente le creyó, pues el mismo sabia por propia experiencia
que desde aquel día estaban siendo seguidos por ciertos individuos. Aunque hizo
hincapié en que los temores de Joshua iban mas allá de un simple seguimiento
por parte de personas, sino mas bien por algo mas allá de nuestra comprensión.
Como bien le conto a William, el pobre Joshua desapareció a los pocos días de
hablar con él sobre aquello. Nadie supo mas de él. A excepción suya claro está,
quien encontró su diario en el que detallaba sus últimos días. Escrito con
pulso tembloroso y apurado, anotaba como poco a poco aquella mirada que sentía
sobre él le presionaba día y noche. Sentía algo macabro, algo oscuro que le
rodeaba. Incluso dice que en ocasiones sentía el aire caliente de aquel ser al
respirar. Y algo más que llamo la atención de William, decía sentir un hedor a
muerte, a descomposición que le quitaba el aire hasta costarle respirar. Temía
por su vida y más aun por su alma. Aunque no se arrepentía de haber descubierto
el libro y algunos de sus secretos. Dejaba claro que conocía su futuro una vez
que habían empezado a conseguir respuestas. Sabía que le quitarían del medio
por haberlas conseguido. Una de las últimas observaciones fue el mismo día de
su desaparición en que aquella presencia alcanzo su auge. El hedor era ya
insoportable y la presión aplastante. Desde su cama sentía una mirada penetrante en la puerta de su habitación, y al observar la vio. No puntualiza en su forma pero dice que pudo
devolverle la mirada y comprendió que aquel ser se lo llevaría, que había
llegado el momento de pagar por su conocimiento y que esa deuda solo se saldaría
con su vida.
Fue en ese momento
en que realmente comenzó a temer por su vida y busco ayuda o, como bien sabia,
alguien a quien dejar su "legado" y continuara o terminara todo lo
que tuviera relación con aquel libro. Y toda la historia acababa en aquel café.
William no había caído,
dada su concentración al oír la historia, en que el hedor que emanaba Robert
era ya insoportable y que todos los allí presentes les dedicaban alguna que
otra mirada. Sentía arcadas y no pudo terminarse la tostada con queso. Su
compañero frente a el pareció darse cuenta también, aunque su reacción fue algo
mas exagerada que la esperada. Tenía una mirada propia de un loco o de alguien
que hubiera visto un fantasma. Se notaba que le costaba respirar y no podía
hablar, se atascaba y no podía seguir. Comenzó a sudar mientras buscaba
desesperadamente una hoja y un bolígrafo en sus bolsillos hasta dar con ellos y
sobre la mesa comenzar a escribir. Paraba cada pocos segundos para dedicarle
una mirada a William, aunque como luego se percato no eran para él, si no que parecía
que miraba a algo o alguien que había detrás suyo. Al terminar de escribir se
puse de pie y se fue hacia la puerta no sin antes detenerse a su lado y con una
mano apoyada sobre su hombro decirle - Debe darse prisa, su sueño está por
terminar - con una voz lenta aunque intranquila y alta que le convirtieron aun
mas en el centro de atención mientras abandonaba el local a paso ligero
tambaleándose contra las otras mesas. Al verle salir aunque extrañado sintió
curiosidad por saber que había escrito en aquel papel. Era una dirección, no
muy lejos de allí.
Esa fue la primera
y última vez que vio a Robert Blackwood antes de su desaparición.
-4-
Cultos hacia seres
de titánicas proporciones que sueñan bajo nuestros pies esperando el día en que
por fin sean despertados para retomar aquello que les fue arrebatado. A pesar
de no saber en qué se metía, William estaba completamente dentro y no podía dar
un paso atrás. Paso varios días sin salir de su casa al enterarse del trágico
final de Robert. Aquello fue lo que necesito para saber que todo era real. Y tenía
miedo, tanto como nunca antes tuvo y menos del que tendría mas adelante. Una
vez la señora Bloom le advirtió de cierto mal olor en la casa que no conseguía
quitar pese a intentarlo que bastante ahínco, supo que su tiempo era ya escaso
y fue como un empujón que le hizo reaccionar. No le gustaba la idea de hacer
frente a todo este asunto, pero bien sabía que no era de los que esperaban
sentado su final. Lucharía por su vida aunque sus posibilidades de éxito sean
escasas.
Y así hizo. Se vistió
para salir con su ropa de siempre. Su camisa blanca, un pantalón oscuro con débiles
líneas de hilo gris al rededor de los bolsillos, calcetines con rombos, zapatos
de cuero marrón oscuro, su saco de profesor y su sombrero que heredo de su
padre a la vez que él lo hizo del suyo. Dio toda la semana libre a Patty y salió
de la casa. Una vez que dio el primer paso fuera supo que quizás jamás volvería.
Fue un pensamiento fugaz que pronto olvido y fue a la dirección que el
desaparecido Robert Blackwood le dejo.
No quedaba lejos,
apenas un corto viaje en autobús en que no dejaba de pensar en que le esperaba allí.
Al llegar y ver que se trataba de una biblioteca. A pesar de casi saber que le esperaría
allí dentro no sabía cómo daría con él. Así que lo más normal era preguntarle
al dueño. Al cruzar el portal sintió un escalofrío que le recorrió todo el
cuerpo y la oscuridad de aquel lugar casi le hace dar un paso atrás al comenzar
a sentir sobre el varias miradas que le incomodaban a pesar de no haber nadie allí
mas que el propietario. Se acerco al mostrador sin que se percatara de su
presencia mientras leía con suma atención un libro algo desgastado. Se detuvo
delante de él y tosió falsamente para que el encargado le mirara. Y así paso.
Vagamente le pregunto que necesitaba en voz baja y sin dar muchos rodeos le
pregunto sobre el libro. Le explico su apariencia pero por su mirada supo que
no sabía absolutamente nada sobre aquel libro, así que le hablo sobre Robert y
noto que se sobresalto y grito el nombre de Robert dejando escapar un sonido
agudo. Repitió aquel nombre una vez más intentando calmarse y disculpándose por
haber levantado la voz. Le dijo que conocía a aquel hombre aunque solo de haber
cruzado unas pocas palabras con él. Lo suficiente para haber actuado así con
tan solo oír su nombre. Le conto que hacia unas semanas antes había empezado a
frecuentar su biblioteca. Al principio parecía otro cliente como cualquier
otro, pero a medida que pasaban los días se dio cuenta de que no era así. Ni
mucho menos. Algo en él lo hacía distinto. Ya nadie se quedaba a su lado. -Y
no solo por su olor - Añadió,
si no por algo que no llegaba a entender. A pesar de que le tomara por loco, le
conto sobre la presencia de Robert. El siempre iba solo, aunque no lo
pareciera. Se pasaba todo el tiempo mirando a un sitio como si hubiera alguien.
Cada día era un sitio distinto. Murmuraba en voz baja. Nunca estuvo lo
suficientemente cerca como para oírlo, pero una vez paso a su lado y le oyó. No
mucho. Pero si le oyó decir algo sobre una criatura, una bestia que le
observaba y se le acercaba. Que le quedaba poco tiempo. Desde ese momento
aunque pensaba que estaba loco comprendió sus miradas. Miraba a aquella
criatura invisible que vivía en su turbia mente. Todo se tranquilizo el día en
que dejo de ir. Se sorprendió al oír que Robert había muerto poco después de
aquel día. Pero le explico en que nada había vuelto a ser lo mismo. Ya nadie
iba a si biblioteca y no los culpaba. Sea lo que sea que le persiguiera, él
comenzaba a sentirlo. En ciertas zonas uno se sentía observado y aunque no se
pudiera ver se daba cuenta de que había algo mas allí. Hacia dos días había
pasado por la mesa en la que Robert se sentaba, cerca de las taquillas y jura
que oyó una voz llamar al ahora difunto Robert. Le conto que lo más horrible
fue el tono de aquella voz. Era baja pero con un tono penetrante, y lastimero.
Lo atravesó y se paró en seco unos segundos. Dijo que sintió frio y juro que
por una milésima de segundo vio a la criatura aunque le era imposible explicar
su apariencia.
William le dijo
educadamente que ya era suficiente al notar su miedo y le pidió que por favor
le indicara en donde se sentaba Robert. Si le había hecho ir hasta allí es que
algo importante habría en aquel sitio.
Una vez en la
mesa, que le indico el encargado desde lejos sin querer acercarse lo mas mínimo,
se puso a buscar alguna pista. A simple vista se veían marcas en la madera de
la mesa, habían escrito con un bolígrafo con tanta fuerza que había traspasado
la hoja y rayado la madera. Aunque no entendía su significado. Mientras buscaba
empezó a oler una peste que provenía de las taquillas. Era el mismo hedor que
emanaba de él pero mucho mas fuerte. Se acerco y las examino hasta detenerse en
la numero diecisiete e intento abrirla. Estaba abierta. De dentro salió
impulsado una gran cantidad de aquella peste que casi le hace caer de las
nauseas. Se recompuso y miro dentro. Allí estaba. El libro. La tapa dura
recubierta de aquella extraña piel que llevaba tallado en la parte frontal un
ser indescriptible que hacía que una parte de él volviera a sentirse como un
niño y recuperar sus miedos. Al apoyar sus manos en el sintió un fuerte escalofrío
que le hizo soltarlo en el acto. Por un segundo dudo de volver a levantarlo.
Miro a su alrededor al sentir una presencia. Al ver que no había nadie lo volvió
a recoger y salió de la biblioteca bajo la atenta mirada del encargado detrás
del mostrador.
-5-
Llego a su casa,
cerro puertas y ventanas, vació su escritorio y apoyo delante suyo el libro. Tenía
muchas hojas sueltas. Apuntes hechos por Robert y Joshua. Traducciones y
explicaciones de la mayoría de las páginas del libro. Como le habían contado,
hablaba sobre horribles seres espaciales que yacían descansando en sueños
infinitos bajo sus pies.
Pasaron días hasta
que consiguió poder leer directamente desde el libro y no desde los apuntes.
Era un vocabulario bastante complejo, lleno de metáforas y frases entre
buscadas. Contaba sucesos de la historia de los que nunca había oído hablar.
Personas que Vivian y se movían entre las sombras. No podía imaginar personas
capaces de hablar tal lenguaje, incluso su traducción fonética era imposible de
pronunciar. La historia que contaba se remontaba hasta antes de los primeros
humanos, incluso del planeta. Hablaba de otros mundos, otras dimensiones
dominadas por un caos y una locura primigenios bajo el mando de unas criaturas
o dioses de unas dimensiones gigantescas y de cuerpos inimaginables. Hablaba
sobre ciertos seres que viajaron a la Tierra en el momento de su creación y que
cayeron en un profundo sueño. Muestra ciertos puntos en el planeta en que su
presencia es más fuerte y desde los cuales siguiendo unos rituales serian
capaces de despertar a su debido tiempo. Primero vendrían sus guardianes
que allanarían el terreno para la llegada de sus amos. Si era cierto
lo que Robert y Joshua vieron, uno de los guardianes ya habría sido liberado.
El libro decía que cada ser tenía bajo su cargo dos guardianes y que hacían
falta ambos para asegurar su despertar.
Cuando se dio
cuenta era ya de noche y le entro hambre. Bajo a la cocina a servirse algo del
pollo que le sobro del mediodía. Abrió la nevera para sacar el agua cuando sintió
un escalofrío. Miro hacia atrás, hacia la oscuridad del salón y a pesar de no
ver nada sabía que algo le observaba. Si lo que decía Robert era cierto, si ya sentía
su presencia, no le quedaba mucho tiempo. Debía darse prisa.
Al día siguiente
dejo atrás su casa directo al punto en que se debía llevar a cabo el ritual
para despertar el segundo guardián y con él a su amo.
Llego a su destino
ya entrada la tarde. Era un pueblo de considerable tamaño. Se veía por las
construcciones de las casas que era un sitio con historia, casi todo era del
siglo XVIII. Y se conservaba medianamente bien. No había demasiada gente por
las calles, y los que si lo estaban le miraban inquietantes desde la distancia.
No muy lejos de la parada del autobús había un pequeño hostal. Muse se llamaba, si se fiaba del viejo
cartel encima de la puerta. Al entrar se encontró con un fuerte olor a polvo. Hacía
tiempo que no se limpiaba a conciencia aquel lugar. Las ventanas hacia bastante
tiempo también que habían dejado entrar su ultimo rayo de luz. Se acerco al
mostrador donde toco el timbre para llamar al encargado. Pero no funcionaba del
oxido que tenia, así que golpeo el mostrador con su puño a la vez que llamaba a
alguien. Aquella madera sonaba como hueca, como si termitas lo hubieran comido
por dentro y apenas quedaba un vago esqueleto de fina madera esperando su
definitiva caída.
No pasaron mas de
cinco minutos hasta que apareció una mujer bajita, encorvada y bastante
arrugada que le dio las buenas tardes mientras le miraba con cierta
desconfianza. William le pidió una habitación en la que pasar a noche a lo que
la señora extrañada le pregunto si estaba seguro, si no había oído lo que
pasaba allí últimamente. Con ciertas dudas, aunque sabiendo casi lo que le iba
a decir, le pegunto.
Su nombre era
Carmen Mane, la encargada de Muse y
la mayor de una de las tres familias fundadoras de Trebuchet, el pueblo en que
se encontraban. Le conto que desde hacia tiempo sucedían extraños sucesos,
aunque un hombre como William, de ciudad, no entendería.
-Se sorprendería-
Le contesto mirándola a los ojos fijamente.
Carmen, tomándoselo
como una aceptación, le siguió contando. Hacia un mes que todo había comenzado.
En el bosque que rodeaba Trebuchet habían comenzado a oír extraños sonidos que
se acababan achacando a animales salvajes como lobos o ciervos, típicos de la
zona. Pero a medida que avanzaban los días aquellos ruidos fueron volviéndose
mas comunes, mas fuertes y parecían alaridos. No hacia ni dos semanas que un
grupo de residentes se habían adentrado en aquellos bosques una noche. Nadie
supo nunca que se encontraron allí, solo volvieron dos de un grupo de siete y
estaban demasiado traumados para poder siquiera articular palabras. Ambos se
quitaron la vida aquel día en que regresaron. Desde entonces nadie volvió a
entrar en el bosque. Por las noches comenzaron a oírse ruidos cada vez más
cerca, a veces acompañados de ligeros temblores. Cada casa cerraba sus puertas
a cal y canto en cuanto el Sol se escondía y nadie salía. Hacía tres días que
dos casas aparecieron a la mañana siguiente convertidas en escombros sin ningún
superviviente después de pasar una noche llena de gritos y grandes temblores
por los que nadie pudo armarse de valor y salir a ver que sucedía.
Una vez la señora
dejo de hablar le pregunto donde podría conseguir un coche con el que ir al
bosque. Carmen le mira con los ojos completamente abiertos y casi histéricamente
le pregunto si no había oído nada de lo que le había contado. Era una locura ir
allí, prácticamente un suicidio.
William puso las
manos sobre el escritorio y mirándola fijamente le dijo -De todas formas ya
estoy muerto-
La señora como si
hubiera comprendido el significado de aquellas palabras le dijo que el auto de
Preston Mane, uno de los muertos en la excursión al bosque, su hijo, estaba no
muy lejos del hostal. Si sea lo que sea que él iba a hacer, si de alguna manera
servía para honrar la memoria de su hijo, le entrego las llaves junto a las de
su habitación.
Paso la noche allí.
En el piso de arriba, subiendo por una escalera que parecía gritar a cada paso
que daba por su crujir. Una habitación pequeña aunque con lo indispensable, una
cama y un baño. Todo allí olía a polvo que poco a poco se iba pagando por el
propio olor que emanaba William. Se acostó en la cama que crujió aun mas que la
escalera al dejarse caer. Aquella noche apenas pudo dormir. No dejaba de pensar
en que encontraría en el bosque, si tendría las agallas necesarias para detenerlo
y de ser así, si aquello detendría a la oscura criatura que le observaba día y
noche.
Entre pensamiento
y pensamiento la noche paso y dio en entrada a un día gris, completamente
nublado y con un Sol que no conseguía la suficiente fuerza para hacerse notar. Así
como estaba el día anterior, sin cambiarse de ropa, salió del hostal en busca
del coche del difunto Preston con un bolso en que llevaba varios apuntes y el
libro de piel.
-6-
Encontró el coche
a apenas tres calles del hostal, y frente a él se encontraban las ruinas de lo
que parecía el hogar en que el dueño del automóvil vivió sus últimos días y
desde ahora toda la eternidad. Era un viejo Ford azul con la pintura desgastada
y sin uno de los espejos retrovisores. Nada importaba si aun funcionaba, y así
fue. Aunque con cierta molestia, arranco y salió en busca de aquello que había
ido a buscar.
Llego hasta donde
el camino se cortaba por el crecer de la naturaleza. En su camino pudo ir
viendo como el verde de la vegetación se iba apagando poco a poco e iba
creciendo a su vez una extraña sensación que le instaba a dejar aquel lugar y
no regresar jamás. Bajo del coche y comenzó a avanzar a pie. La frondosidad de
aquel bosque era espectacular, apenas si podía pasar entre árbol y árbol, así
como la escasa luz del día. Allí dentro era como si siempre fuera de noche, un
bosque de noche eterna donde lo único que crecía además de las plantas eran las
sombras. Camino durante horas, a veces incluso en círculos. Era difícil moverse
por ahí sin conocer y más aun sin experiencia previa. William escasas veces había
salido de la ciudad. Lo más cercano a un bosque que había visitado había sido
un invernadero.
Pasaron las horas
hasta que estuvo por darse por vencido. Hasta que comenzaron los canticos.
Voces como las que describió la señora Carmen o Joshua y Robert. Voces que
desafiaban la lógica, imposibles para un humano y en un idioma que dedujo era
el del libro por lo complicado de su habla y el parecido en ciertas palabras
que recordaba. Así, dejo de seguir su vago espíritu de explorador y comenzó a
seguir el sonido de los canticos. Estuvo caminando durante casi media hora
hasta que sintió que estaba cerca. Se acerco lentamente hasta unos arbustos
desde donde pudo ver la procedencia de aquellas voces. Allí reunidos, rodeando
un pequeño altar de piedra se encontraban al menos siete hombres y mujeres con
apenas ropa. Todos ellos desfigurados en cierta medida. Algunos carecían de
orejas, a otros les faltaban varios dedos tanto de las manos como de pies, así
como su nariz o incluso algún musculo del torso que les daba cierta curvatura
macabra. Todos y cada uno tenían sus gargantas rajadas y suturadas de una forma
horrenda. Se veía un hilo que se las cerraba, aunque eso era lo más
"limpio" de la operación. Se notaba una descomposición en la carne
alrededor del corte, incluso a algunos les caía un espeso pus verdoso. Al verlo
pensó enseguida en sus voces, quizás así era como conseguían hablar el idioma
de sus oscuros dioses. Se quedo mirando durante largo rato hasta que a lo lejos
se comenzó a oír un fuerte aullido acompañado de fuertes temblores que marcaban
el acercar de algo enorme y de paso torpe. Pero no alcanzaba a ver nada. Y nada
vio, hasta que se acerco lo suficiente y de entre el paisaje del frondoso
bosque apareció de la nada una criatura enorme. Entre quince y veinte metros de
altura midió a ojo William al verla. No supo darle forma, no encontraba su
cabeza entre aquel amasijo de carne, pelo y negra piel que torpemente seguía
avanzando. En el momento en que la criatura se detuvo, todos los allí presentes
se quedaron en silencio y miraron en dirección a William. A pesar de estar bien
cubierto detrás del arbusto supo que lo habían descubierto, aunque no el cómo.
Antes de que se le echaran encima, salió de entre la maleza y corrió hacia
ellos, pudo quitarle un cuchillo hecho de hueso a uno de los desfigurados y
amenazarles con él. Aquellas personas no parecían entenderle, sus miradas
estaban pedidas como si estuvieran drogados. Se les caía la baba de entre su
boca a medio cerrar y a paso torpe comenzaron a ir hacia él. Retrocediendo paso
a paso, gritándoles y dando cortes con el cuchillo al aire los intentaba
frenar, aunque no lo conseguía. Uno llego a sujetarle del brazo con su pobre
mano de dos dedos, pero le apuñalo en el cuello dejándolo caer al suelo retorciéndose
patéticamente mientras se ahogaba en su propia sangre. Los demás seguían
avanzando como si no hubieran presenciado aquella escena. William estaba con la
mirada perdida sin creer lo que acababa de hacer. Le había quitado la vida a
otro ser humano, algo que jamás hubiera pensado hacer. Se decía así mismo que había
sido en defensa propia, y que no pudo controlarlo, fue un acto reflejo. Sus
piernas temblaban, y no solo por el combate moral que se llevaba a cabo en su
mente, si no también por el avanzar de la bestia gigante que no se detenía ante
nada, derribando a cada paso arboles y cualquier cosa que se le interpusiera.
Aun sin poder
moverse, William se encontraba rodeado, y fue justo cuando le sujetaron por sus
dos brazos y los demás se le echaban encima cuando recobro la razón. De dos
tirones se zafo de sus captores, que eran bastante débiles. Se alejo
varios metros de ellos, y por si ya estuviera en problemas con todo lo que tenía
delante, detrás de él, al girarse, se encontró con dos ojos en la oscuridad.
Dos ojos que le observaban y le decían que su hora había llegado, de una forma
u otra. Incapaz de aceptarlo, corrió contra ellos, cuchillo en mano, y le lanzo
una fuerte puñalada. Pero su brazo desapareció en una negro vacío y del el comenzó
a brotar sangre. La tierra a sus pies, las hojas que pisaba se tiñeron de rojo
y de su boca escapo un fuerte alarido de dolor mientras intentaba detener la
hemorragia con su otra mano. Sin saber como había perdido uno de sus brazos, la
locura se introdujo en su mente y detuvo su dolor. Su corazón se volvió negro
de ira y desesperación. Dio un paso atrás y corrió hacia los seis desfigurados
restantes arremetiendo contra ellos con su hombro y tirándolos al suelo. Llego
hasta el borde de la zona del ritual y frente a él, a pocos metros se
encontraba ya el guardián. Creyó haberle visto el rostro, y al hacerlo perdió
toda esperanza. Lo último que sintió fue el frío del puñal clavado en su
espalda y el crujir de las hojas al caer sobe ellas.