domingo, 2 de mayo de 2010

Bar.

Todos se sorprendieron al verle entrar. Nadie se lo esperaba. Se suponía que no tenía que aparecer. Pero así lo hizo.

Atravesó la puerta con bastante brusquedad, pero a la vez con delicadeza. Todas las miradas allí reunidas se clavaron en su rostro cubierto por unos finos cabellos oscuros que dejaban entrever unos unos brillantes ojos. Caminaba con firmeza directo hacia la barra. Todos tenían cara de asombrados. No era algo que se esperasen. No era algo que debiera pasar. Todos estaban boquiabiertos. Nadie conseguía articular palabra. Se miraban entre sí, esperando a que alguien diera el paso. Nadie lo hizo. No se atrevían.

-Una copa. – Dijo mirando al camarero con indiferencia, que tardo varios segundos en comprender el pedido. Se dio la vuelta, agarro una botella de las del montón. La sirvió en una jarra y se la dio.

El extraño simplemente se limito a beber su bebida, sin más. Ignorando todas las miradas que se clavaban en su amplia espalda. Bebió con armonía. No tenía prisa.

Los murmullos empezaron a crecer poco a poco. Apenas se entendía nada.

Una vez que acabo su bebida, golpeo con la jarra la mesa. El silencio volvió a inundarlo todo. Las miradas volvieron a fijarse en el. Se giro, aun sentado en su banco. Aparto los cabellos que cubrían su rostro, y devolvió la mirada.
Era un rostro bastante pálido, delgado. Pero fuerte a su vez. Mostraba completa confianza en sí mismo. Sus ojos lo respaldaban. Una mirada segura, la mirada de alguien que nunca huye, que no se retracta. Una mirada asesina. Hubo un ligero movimiento bajo su oscura gabardina de piel, a la altura de sus caderas.
Todos los allí presentes se pusieron de pie. Le rodearon. No había hueco entre el muro de hombres que habían cambiado su rostro de asombro, de miedo, por uno lleno de violencia, de odio, que dejaba clara sus intenciones.

Se escucho la puerta de atrás cerrar tras la huida del camarero, quien seguramente llamaría a los guardias. Aunque sabía que de poca ayuda le seria al extraño, que llegarían demasiado tarde.

-¿Cómo? – Dijo uno de entre todos. Era bastante grande, corpulento. Llevaba una gran maza en su mano izquierda. Ojos enormes, marrones. Varios le miraron, era el único que hablo.

-¿Acaso importa? – Le respondió el extraño. No le miraba. Miraba sus manos, las manos de todos. Esperando alguna reacción. – Simplemente paso.

Nadie más se atrevió a abrir la boca. Todos temblaban. Sabían que no era un rival cualquiera. Pero también sabían que eran muchos, y que no importa quien fuese, no podría contra todos. Esos les daba seguridad, les daba confianza. Una confianza que aun así no les servía de mucho. Sabían que él estaba vivo a pesar de todo. No debía estarlo.
Algunos mostraban una leve sonrisa. Intentaban no pensar en ello, aunque no lo conseguían del todo.

El extraño se puso de pie de un impulso. Todos dieron varios pasos para atrás. Ahora apuntándole con sus armas que se separaban de el por pocos centímetros. El las ignoraba, tenía la vista perdida, sus manos bajo la gabardina, sujetando dos empuñaduras que se dejaban ver levemente fuera de ella. Los que las vieron retrocedieron aun mas, los demás se quedaron quietos, le miraban a él. Error. De un sutil movimiento con sus brazos y muñecas, corto gargantas, caras y brazos de los que seguían aun más cerca. Cayeron al suelo. Los demás retrocedieron aun mas, seguían apuntándole. Temblaban. Apenas podían mantenerse firmes. Sudaban.

El extraño bajo la mirada hacia el suelo, aun con la vista perdida. No miraba a nada en particular. Abrió los brazos y dirigió con la punta de las dos espadas hacia los lados. Midiendo. Calculando. Levanto un poco la mirada hacia el frente, y con un impulso se lanzo hacia delante, cargando contra los tres que allí estaban. Cuatro cortes. Se detuvo. Solo quedaba uno. Frente a la puerta, temblando, sudando. Había mojado los pantalones. Su cara no mostraba la violencia de antes, no mostraba esa leve sonrisa. Su rostro no era el mismo de antes. Era uno mucho peor. Un rostro que dejaba ver una fuerte locura. Una locura que le hacía capaz de cualquier cosa sin seguir ningún patrón. Algo que el extraño sabía que podía hacerte perder la vida estúpidamente, como hacerte alguien de lo más peligroso.
El restante se lanzo contra él, dio un corte de arriba abajo bastante torpe. Lo esquivo sin muchos problemas con un giro hacia su derecha, y siguiéndolo, dio un corte de lado que le dio en medio del pecho. Cayó al suelo.

Se quedo quieto, inmóvil. Sus cabellos volvieron a cubrirle el rostro. Miro a su alrededor. Camino entre los cuerpos. Dejo un par de monedas en la barra por la bebida, y se fue.