jueves, 30 de diciembre de 2010

El artefacto 2,19.

Sin demasiado tiempo para pensar, decidí correr en la dirección en la que nos señalo el hombre. Lia y Tosar se me unieron tardando un par de segundos en reaccionar.

-¡Ya podrías haber avisado de que saldrías corriendo! – Me grito Tosar.

Corrimos durante un buen rato hasta encontrarnos con dos caballos por el camino.

-Esto no pinta nada bien. Miren bien. – Señalo las sillas. Ambas estaban manchadas de sangre.

-Ya han empezado. – Dije en voz baja. – Debemos apurarnos. Montemos.

Cabalgamos lo más rápido que podíamos. Por el camino nos encontramos varios cadáveres calcinados. El Vado parecía no haber esperado y les embosco en el camino. Y por lo visto muchos no consiguieron escapar.
Seguimos por el camino de cenizas hasta dar con una cueva que se metía por la montaña. No era muy grande, así que debieron de haberse metido por aquí dentro, el Vado no podría seguirles.

Por muy raro que parecíera, la cueva no estaba a oscuras. En vez de rocas y tierra, las paredes estaban recubiertas de raros cristales que iluminaban todo el camino dejando ver varios cadáveres en el suelo.

-Cristales de fuego. – Nos dijo Lia mientras tocaba las paredes. – El fuego del Vado los debe de haber encendido. Había leído sobre ellos, pero nunca había visto uno. – Acabo de hablar y se puso a tocarlos. Encontró uno medio suelto, lo arranco de la pared y se lo guardo.

-¿Hacia dónde llevara este túnel? – Pregunto Tosar mirando en todas direcciones.

- Hacia el peor lugar de todos. – Le respondió. – La guarida del Vado. Con suerte aun seguirán vivos unos pocos.

No dije nada, no sabía que decir. Continuamos avanzando. Los cristales comenzaban a apagarse, los de la entrada ya estaban a oscuras.
Caminamos hasta dar con el final del túnel. Al salir de él nos encontramos en una sala inmensa. No alcanzamos a ver el techo.

-¿Cómo es posible que algo así exista? – Pregunto Tosar mientras miraba hacia arriba.

-El mismo Vado lo crea. Con su llama derrite la montaña por dentro dejándola casi hueca, nada más que una carcasa vacía. – Explico Lia.

-¿Y donde esta? – Intervine. – Donde están todos más bien.

No había ni rastro de nadie, solo estábamos nosotros.

-¿Mas humanos en mis aposentos?- Se oyó una voz resonar en todo el lugar. Los tres nos miramos con cierta sorpresa al oírla. No sabíamos de donde provenía. - ¿Acaso pertenecen al grupo de antes? No…Son distintos, diferentes de aquellos otros… Lo noto.

-Es él, el Vado. – Dijo Lia mirando hacia delante.

-Muy perspicaz jovencita – Apareció un hombre negro con ropas extrañas.

-¿No se supone que es como un dragón? – Pregunto Tosar.

-Y lo es – Respondió Lia. – Lo que vemos no es el Vado, si no una imagen que el proyecta en nuestras mentes.

-Veo que has hecho los deberes, me asombras. En efecto, este no es mi cuerpo. Me mostraría si fueran solo ustedes dos, pero no veo buenas intenciones en la mente de la chiquilla.

Tosar y yo miramos a Lia quien mantenía un rostro de furia.

-No sé de que hablas.- Le dijo a regañadientes.

-Pues deberías, esta todo en tu mente. – La señalo. – Yo veo todo lo que habita en ella, y la tuya es como un coctel de malos momentos y errores que no te has perdonado. ¿O me equivoco? – Aquel hombre de piel oscura ya no estaba, ahora veíamos a una hermosa mujer con una mirada de ternura que hacia caer varias lagrimas por el suave rostro de Lia.

-Esa no eres tú… - Dijo entre lágrimas.

-¿Querías salvarla verdad? – Le dijo la mujer.

-¡Claro que quería! ¿Qué clase de hija seria entonces? – Le grito a todo pulmón salpicando el suelo con sus lágrimas.

-¿Y qué te lo impidió? – Insistió – No hiciste nada, huiste, la dejaste atrás.

No dijimos nada.

-No podía… ¡No podía hacer nada! Era muy pequeña…Tenía mucho miedo… -Acabo hablando en voz baja.

-¿Muy pequeña? – La mujer se esfumo para dar paso a la imagen de un niño rubio de ojos pequeños. - ¿Acaso te has olvidado de el? Te ofreció su casa, su familia te acogió y te cuido durante un tiempo. – Su rostro empezó a sangrar y una gran herida le recorrió la cabeza. – ¿Y así se lo pagaste? Volviste a huir cuando ellos más te necesitaban.

-Eran demasiados… No… No podía… - Seguía llorando con el rostro empapado en lágrimas.

-Siempre buscas lo mejor para ti olvidándote de los demás, así es como eres, ¿No? – Apareció un anciano al lado del niño herido. – Te dio de comer lo poco que le quedaba a pesar de que llevaba días sin comer y tu lo dejaste ser devorado por los demonios. – El anciano empezó a sangrar por todo su cuerpo y marcas de mordiscos se le aparecieron.

-Le dije… Le dije que huyera… Pero… No pudo, no pudo… escapar…

-Ya sabias usar tus poderes, ¿Por qué no los usaste para salvarle?

-Había atraído a mas… hubiéramos muerto los dos… - Al acabar de hablar aun movía los labios diciendo cosas para sí misma.

-Eso no lo sabes. Pudiste haberle salvado si hubieras querido. ¿Y qué hay de él? – Apareció en frente de los otros dos un joven apuesto de pelo oscuro corto y ojos marrones.

Lia se quedo sin habla, su rostro se quedo pálido al verle, su mirada se quedo fija en el sin parpadear. Se paralizo.

-Él pensaba que le querías, pensaba que le amabas tanto como él a ti. Confiaba en todo lo que le dijiste. Pensaba que sería algo que duraría para siempre.

-Para… Por favor… - Hablo Lia con voz baja mirando esta vez al suelo. – Por favor no sigas.

-¿Qué pare? ¿Acaso le dijiste que pararan a ellos mientras le degollaban? – Comenzó a aparecer un gran corte en su garganta por el que chorreaba sangre.

-¡Por favor! – Grito escupiendo y dejando ver unos ojos colorados de tanto llorar. Ya no le quedaban lágrimas.

-¿Por favor? – Dijeron todos a la vez. - ¿Te paraste a ayudarnos cuando te gritamos pidiendo ayuda? ¿Acaso no te lo pedimos por favor? Pero no te paraste a ayudarnos. No dejaste de correr.

-¡Para! – Grito con voz seca echando su cuerpo hacia delante y ambos brazos hacia atrás creando dos grandes esferas de fuego en cada una de ellas. En cuanto alcanzaron el tamaño de una cabeza se echo hacia atrás adelantando ambas manos y juntando las dos esferas para crear una aun mas grande que fue absorbida por su cuerpo. Los ojos de Lia desprendían fuego, un fuego de odio, de rabia contenida que en estos momentos estaba siendo expulsada. Todo su cuerpo se envolvió en un mar de llamas que quemaron el suelo a su alrededor. Tosar y yo tuvimos que alejarnos varios metros de ella. Estaba fuera de sí.

-¡Acabare contigo! – Grito con una extraña voz que no parecía pertenecer a una chica de su edad. Dio un paso hacia delante y las proyecciones del Vado se evaporaron en cenizas.

Frente a nosotros se apareció una enorme bestia. De grandes ojos celestes sobre una gigantesca cabeza dotada de dientes tan grandes como un hombre y de un cuerpo tan alto como el castillo de Neila.

-Veo que he despertado algo inesperado. – Hablo la bestia.

-¡Lia detente! – Le grite al ver al Vado.

-No te escuchara, es inútil que grites. Esta muy inmersa en el estado que ves. Ya no es la Lia que recuerdas, ahora no es más que un alma llena de furia que destruirá todo cuanto se cruce a su paso.

-¡Lia! – Grite ignorando las palabras del Vado. - ¡Frizt haz algo!

-Esto se escapa de mi control – Me respondió Frizt. – Sabía que había ira en su corazón, pero nunca imagine que fuera tanta. Tantos remordimientos…

-¡Tenemos que detenerla! – Le grite a Tosar antes de empezar a correr contra ella. Al acercarme salte para derribarla, pero algo me empujo de vuelta hacia donde estaba antes haciéndome rodar por el suelo. – ¡Lia! – Insistí.

Lia comenzó a decir una serie de palabras desconocidas y de su cuerpo salió una enorme llamarada hacia el Vado, quien se defendió lanzando un contraataque desde su boca.
En cuanto ambos ataques hicieron contacto un sordo sonido nos golpeo acompañado de una onda de choque que nos lanzo varios metros hacia atrás.
No se qué clase de poder había despertado en Lia, pero si el Vado poseía el poder de un dios y no conseguía hacerla retroceder me hacía pensar que no era un simple enfado.

-¡¿Así es como quieres que acabe todo?! ¡Pensaba que te habías unido a nosotros abandonando tu solitario camino para poder cambiar todo esto y volver a la normalidad! – Le grite.

-Le traicione… los abandone a todos, no tengo derecho a seguir. – Dijo con la misma voz de antes, esa ya no era ella, pero no podía rendirme.

-¡Si tanto te quería, lo más importante para él era tu seguridad! ¡Y dio su vida para salvarte, para dejarte estar donde estas en estos momentos! ¡El no querría que tiraras la vida que te dio tan fácilmente!

Lia parpadeo un segundo y el ataque del Vado avanzo varios metros ganando ventaja.

-¡No habíamos venido aquí a pelear contra el Vado, si no a salvar a los soldados, recuérdalo! ¡Nosotros te necesitamos, eres ya parte de nosotros! ¡Por favor, detén esto!

El cuerpo de Lia se paralizo deteniendo aquel ataque mientras la llamarada del Vado la consumía dejando ver como una lágrima se evaporaba en sus ojos.

-¡Noooo! – Corrí hacia ella cuando Tosar me detuvo.

-No puedes acercarte ahí, morirías. – Me decía mientras intentaba llegar con mis manos. En cuanto me quede sin fuerzas para seguir y comprendí todo, mire al Vado con odio. El me devolvió la mirada y sonrió.

En donde se encontraba Lia había ahora un fuego que no parecía consumirse, un fuego que comenzó a girar en si mismo creando un fuerte torbellino que acabo dando forma de niña. Era Lia. Ella ser acerco a mi lentamente y se agacho para decirme unas palabras al oído. En ese momento no entendí su significado, pero pronto lo conocería.

-Has conseguido salvarla de su abismo de ira y rabia. No pensé que fueras capaz de hacer algo así como salvar a alguien sin esperanzas en este mundo tan oscuro.- Me dijo el Vado.

-Siempre hay esperanza, por muy pequeña que sea, siempre la hay. – Respondí aun asombrado de ver a Lia con vida.

-Cambiando de tema, creo haber oído que venían a salvar a los soldados. Creo entender que se trata de los que llegaron antes.

-Si, pero ya no importa ¿Verdad? Están todos muertos

-¿Muertos? ¿Por qué iban a morir? Ninguno de ellos sabia el por qué estaban aquí. Solo unos pocos venían a darme muerte y son aquellos a los que has visto convertidos en carbón. Todos los demás fueron enviados de vuelta a su castillo. Supongo que te servirán para la batalla que buscas contras los demonios.

-Tú también podrías ayudarnos, todo seria más fácil si estuvieras de nuestro lado. – Le dijo Tosar.

-Ja, Ayudar dices. Lo siento pero paso. Ya he roto muchas reglas al hacer todo esto y no quiero desaparecer. Por mucho que ya no viva junto al resto de dioses no hace que las reglas se rompan para mí.
Es más, ya vienen, así que será mejor que no estén por aquí. – Termino hablando cuando nos encontramos frente a las cajas en donde vimos a aquel hombre en Ymedaca.

No adentramos en las catacumbas y vimos a todos los soldados. Nos sorprendimos al ver que era todo un ejército y más aun al ver como la gran mayoría decidieron acompañarnos en nuestro viaje. Aun queda esperanza en este mundo para nosotros.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

P.N.S.L.P.

Un hombre de larga barba de aspecto islamico entra en un tren, deja un paquete y se va. La policia le detiene por supuesto terrorismo.
Un hombre de larga barba de aspecto islamico entra en una gran tienda llena de gente y deja un paquete. La policia le detiene por supuesto terrorismo.
Un hombre de larga barba entra en nuestra casa, deja varios paquetes y se va a la vez que nos despedimos de el. No sabemos su edad ni donde nacio, pero nos alegramos al ver como deja cajas en nuestro hogar.

Nosotros permitimos el terrorismo en navidad. Ayudanos a detenerle. Hazte socio. P.N.S.L.P.

martes, 21 de diciembre de 2010

El artefacto 2,18.

Me arrastraban, me golpeaban. Oía voces hablando bajo, o al menos yo las oía bajo, sin llegar a entender lo que decían. Solo podía diferenciar dos voces de entre todas, pero no podía ponerles nombre, simplemente sabia que las conocía. Volví a caer, a perder el conocimiento.

Al cabo de un rato desperté de golpe. Estaban cerrando la herida y el dolor me había hecho que me doblara. Era insufrible. Tarde varios minutos en desmayarme a causa del dolor.

Nuevas imágenes de sitios desconocidos pasaron fugazmente frente a mí. Como la otra noche, la mujer volvió a aparecerse en algunas de ellas. Esta vez estaba un poco más cerca de ella. Lo único que logre sacar en claro antes de despertar y volver a perderlo todo, era que la mujer solo aparecía en aquellos lugares en donde no hay animales. Los había en todas ellas, menos en las que ella se dejaba ver. Volví a despertar y las imágenes volvieron al olvido.

-¿Do… Dónde estoy? – Pregunte en general. Ni siquiera sabía si habría alguien que pudiera responder. Y así fue, ni hubo respuesta alguna a mi pregunta. Pasaron varios minutos hasta que la puerta se abrió de lado a lado.

-¡Estás vivo maldita sabandija, como te hiciste de rogar! – Grito Tosar creándome un fuerte dolor de cabeza. – Menos mal que has despertado, si no aquel tabernero hubiera pasado al otro barrio.

-¿Tabernero?

-¿Ya te has olvidado? El maldito imbécil que casi te mata con su daga. En cuanto te ataco, abrí la puerta del todo y casi lo mato a puñetazos. Al final comprendió que no éramos ninguna amenaza y nos dejo entrar. Eso y que le amenace con matarle ahí mismo delante de sus dos hijas. - Se rio.

-Bueno… ¿Haz averiguado algo? – Le pregunte juntando fuerzas, le dolor en el estomago aun era insoportable.

-Si, y no te gustara ni un pelo.

Me lleve la mano a la cabeza.

-A ver, cuenta. – Dije de mala gana.

-Dicen que un dragón destruyo…

-¡¿Un dragón?! – Le interrumpí. – No hay dragones, ya no quedan. Hace cientos de años que murió el último de ellos.

-Es lo que dicen los del pueblo. Por lo que se ve, ese dragón o lo que sea apareció de la nada y destruyo Ymedaca y otros tres poblados al oeste. Lo redujo todo a cenizas.

-Debe de ser una broma. – Me levante de golpe resintiéndome de la herida. – Debe de haber algún error.

-No lo sé Awan, parecen muy convencidos de que era un dragón.

-Esto es de locos. – Acabe por decir.

Pase lo que quedaba de día en la cama pensando sobre todo este asunto del supuesto dragón. Si era cierto que aun quedaba uno vivo, si era cierto que las historias no eran ciertas quizás aun hubiera más. La noche paso y otra mañana nos alcanzo. Decidí levantarme y soportar el dolor a pasar un segundo más en aquella dura cama de madera.
Camine hacia la entrada cuando una mujer se interpuso en mi camino.

-No debe salir ahora señor. Es muy peligroso salir durante el día. – Me dijo apartando hacia un lado su largo cabello oscuro dejando ver un vistoso escote.

-Debes de ser una de las hijas del que me ataco, ¿No es así? – La mire a los ojos.

-Si… señor. Y lo siento muchísimo… - Contesto mostrando unos hermosos ojos que no merecían estar en aquel rostro lleno de terror.

-No pasa nada. Yo siento la paliza que mi amigo le propino a tu padre. – Le dije con una sonrisa para tranquilizarla.- Y ahora dime, ¿Por qué no debo salir? Me gustaría tomar algo de aire.

-La bestia, el dragón, sale durante el día. – Dijo más tranquilamente.

-¿Estás segura de que es un dragón? – Le pregunte seriamente.

-Si mi señor. Yo tampoco me lo creería si no lo hubiera visto, pero créame cuando le dijo que era un dragón.

Ante semejante convicción no había duda. Tenía que ser un dragón o algo muy parecido.

-Está bien, está bien. Me quedare dentro, pero con la condición de que me consigas algo mejor que aquella ruinosa cama. - Volví a sonreír. Ella me respondió con una hermosa sonrisa acompañada de una pequeña risa y asintió con la cabeza.

Acabe en lo que parecía su habitación. Habían dos camas, por lo que seguramente compartiera cuarto con su otra hermana.
Pasamos lo que quedaba de mañana y gran parte de la tarde hablando. Empezamos sobre lo del dragón y lo que ella sabia y acabamos con temas insignificante cual dos adolecentes tonteando.

-Siento interrumpir esto – Apareció Lia por la puerta echando a Tes con la mirada, quien se fue moviendo sensualmente las caderas intentando desafiar a Lia quien aparto la mirada al pasar a su lado. – Tenemos que hablar. Perdona por arruinar tu conquista, pero tenemos algunos asuntos más importantes entre manos.

-Cuenta.

-La historia que cuentan del dragón no es cierta, pero no se equivocan. Es un dragón y a la vez no lo es.

-Explícame eso, no te sigo.

-¿Alguna vez has oído hablar sobre los Vados? - Me pregunto

-¿Un vado? ¿Se supone que debo saber qué es eso?

-¿Es que hoy en día solo llegan a gobernar los ignorantes? – Negó con la cabeza lentamente. Un Vado… A ver cómo te lo explico para que lo entiendas. Imagina un dragón pero mucho más grande. Hace muchísimo tiempo, había hombres que los trataban como a dioses, y en esencia eso son, dioses. Eran dioses caídos al mundo mortal. Aunque en general no son malignos y no se dejan ver, hay raros casos en que eso no es así y atacan a los hombres.

-¿Y son más fuertes que los dragones comunes?

-Son dioses, imagina. Además de ser seres inteligentes, cosa que si la juntas con poder nos complica las cosas. – Señalo.

-¿Y los dragones no lo eran? – Pregunte asombrado.

-¿Inteligentes? El hecho de hablar no te hace inteligente, si lo hubieran sido no se hubieran extinguido. Mírate a ti, sabes hablar pero no sabes nada.

Preferí no decir nada y que ella acabara de hablar.

-Según parece, aun queda buena cantidad de los soldados de Ymedaca resguardándose en las catacumbas de la ciudad. O al menos eso cuentan los que viven en este pueblo de mala muerte. Estaría bien dejar que acabaras tu trabajito con la camarera, pero creo que esto es un poquito más importante, ¿No crees? – Me dirigió una última mirada antes de sentarse frente a mí en la cama. - ¿Crees que lo conseguiremos? Acabar con todo esto digo.

-Todo es posible, solo tenemos que tener esperanza. – Le dije mientras me levantaba y salía de la habitación. – Esta noche iremos a lo que queda de Ymedaca a ver si es cierto lo que dicen. Necesitamos todos los hombres que podamos conseguir si queremos tener alguna oportunidad. ¿Vendrás no?

-¿Crees que me quedaría toda la noche en este lugar tonteando con una camarera? – Se rio. – Claro que iré.

Y llego la noche. Todo el mundo salió a tomar el aire mientras Tosar, Lia y yo nos preparábamos para partir hacia las ruinas de la ciudad. A pesar de que decían que el Vado no salía durante la noche, si íbamos todos llamaríamos demasiado la atención y no quería tentar demasiado a la suerte.

El camino hasta la ciudad fue bastante tranquilo. La presencia del Vado parecía ahuyentar a los demonios, no había ni la mas mínima señal de que hayan estado por aquí desde hacía ya un tiempo.

Finalmente llegamos a lo que se suponía había sido la entrada de la ciudad. Dentro todo eran edificios en ruinas y restos carbonizados. Yo no lo sabía, pero Lia nos lo explico mientras avanzábamos. Las llamas del Vado eran capaces de derretir tanto la roca como el acero, y era algo obvio viendo aquel panorama. Caminamos por las calles buscando algún rastro de los soldados. Pero no encontramos nada. Lo que si encontramos muy a nuestro pesar eran los restos carbonizados de los habitantes de Ymedaca. Podíamos apartar la vista de ellos, pero su olor era insoportable. Era algo duro de ver.

Caminamos durante un buen rato hasta dar con una tienda repleta de cajas. Pasamos a su lado sin prestarle demasiada atención hasta que oímos unas voces. Nos acercamos para oír mejor, pero no conseguimos entender lo que decían.

En cuanto se callaron, las cajas comenzaron a moverse y de detrás salió un hombre algo con una gran barba.
El hombre salió a paso rápido y no nos vio.

-Disculpe. – Le hable para que se parara.

-¿Pero qué… - Se giro y nos apunto con el filo de su espada mientras sostenía un rostro perplejo del miedo.

-Ey, ey, ey. Baja eso si no quieres que te mate aquí mismo. – Le amenazo Lia.

-Lo… Lo siento, pensé que era el dragón. – Bajo el arma.

-¿Me ves cara de dragón? – Levanto la voz Lia.

-No, no, claro que no señorita. Pero… ¿Qué hacen aquí? – Nos pregunto.

-Veníamos a ver si quedaba alguien tal como nos dijeron en Regrub.

-Regrub… así que aún queda algún poblado en pie… - Guardo silencio antes de continuar. – Pues sí, y bastantes. La mayoría de los soldados aun están a salvo. El señor había dado una orden para que todos se quedaran dentro. Y yo y algunos que estábamos cerca del castillo conseguimos refugiarnos dentro a tiempo.

-¿Y por qué sabiendo que de noche están a salvo no escapan a un sitio más seguro? – Le pregunto Lia como si supiera algo.

-Eso me gustaría saber a mí. El señor Aikon dio la orden de que nos quedáramos todos aquí y defender una especie de gema. Por alguna razón no puede sacarla de la ciudad. Dice que no se irá sin ella.

-¡Menudos imbéciles! Justo lo que me imaginaba. Eso no es una gema común y corriente, si no el alma del Vado. Ellos las protegen junto a sus tesoros teniéndola como le mas importante de ellos. Tu estúpido señor debió de habérsela robado creyendo las historias que dicen que con ella conseguirá la inmortalidad. Cosa que no es cierta. Nunca podrá sacar el alma de la ciudad, no se puede alejar el alma del Vado, ella está ligada a él, si el está aquí, el alma aquí se quedara salvo que mates al Vado. Y para ello necesitaras destruir su alma. Pero si él la quiere… lo más seguro es que intente vencerle con sus hombres.

-Hace unas horas fue con todos los hombres a las montañas al oeste… - Dijo en voz baja.

-Acaba de enviar a todos sus hombres y a él mismo a un suicidio. Tenemos que detenerles. – Me miro. - ¿Querías todos los hombres que pudieras conseguir? Sera mejor que nos demos prisa si no quieres ver como se evaporan frente a ti.

lunes, 20 de diciembre de 2010

El artefacto 2,17.

Nos quedamos un último día en aquel bosque para aprovisionarnos antes de seguir nuestro camino. Era asombroso el ver cómo unidos en desgracia, los soldados trabajaban tan duro codo con codo a pesar de que hasta hace nada eran fieros enemigos. Si tan solo hubiera sido así tiempo atrás, nada de esto habría pasado, todo esto se habría evitado. Pero así somos. La unión es siempre la última en nuestra infinita lista de prioridades.

Aquella noche, dentro de mi tienda, entre los ruidos de los arboles al viento, tuve una serie de sueños fugaces. Imágenes de lugares que iban y venían frente a mí. Lugares en los que nunca había estado ni conocía pero que de alguna manera me eran familiares. Me sentía bien en ellos, me sentía seguro, en paz. En algunos de esos sitios, había una mujer a lo lejos. No llegaba a verla bien, era como una mancha en el horizonte que me observaba. Cada vez que aparecía corría hacia ella, pero sin lograr acercarme lo mas mínimo, era como si a cada paso que daba ella se alejaba otro. Al final, y solo al final logre notar cierto acercamiento entre nosotros. Un gran frio recorrió mi cuerpo y empecé a correr hasta que de desperté y todo aquello se fundió en la nada. Aun recuerdo vagamente el sueño, pero ninguna imagen con claridad, se había perdido y al menos de momento no volverían.

Otra oscura mañana había llegado y reanudamos el camino. Sobre el atardecer ya habíamos abandonado el bosque de Quech, el cual moviendo las ramas de los arboles al compás del viento se despedía de nosotros. Ya frente a nosotros se encontraba el camino a Ymedaca, nuestra siguiente parada.

En casi dos días ya casi habíamos llegado. Nos encontrábamos en Regrub, uno de los poblados de la periferia. Pensando en pasar la noche allí, nos dirigimos a la pasada a por algo de información.

-Ey Awan – Me hablo Tosar. – ¿No te parece extraño que no haya nadie por las calles? Y más teniendo en cuenta que es de las zonas más pobladas del este.

-Quien sabe, quizás desde que todo esto empezó la gente no salga a tomar el sol como antes. – Le dije bromeando.

Llegamos a la puerta y la intente abrir. Cerrada. Di varios golpes pero no hubo respuesta alguna.

-Raro, ¿Eh?

-Un poco – Respondí e insistí con la puerta. Dentro se oyeron ruidos. Había alguien, de eso estaba seguro. Pero por alguna razón se escondían. – Se que hay alguien dentro, abran.

Se escucharon murmullos.

-¡Largo de aquí! – Se oyó finalmente.

-Solo queremos algo de información, abran. – Hablo Tosar.

-¡He dicho que se larguen! – Insistieron desde dentro.

Tosar y yo nos miramos y decidimos echar la puerta abajo. Empezamos a empujarla, pero no cedía. Me eche hacia atrás agarrando carrerilla y me lance contra ella. Se abrió de golpe y me detuve en seco. Había salido una mano sujetando algo. Comencé a sentir frio en el estomago. Al mirar hacia abajo, vi una daga clavada en mi cuerpo. Mi vista se nublo y caí.

lunes, 13 de diciembre de 2010

No mas dolor.

Tentaculos > Pies

viernes, 10 de diciembre de 2010

El artefacto 2,16.

Se me quedo mirando de arriba a abajo, como analizandome. Note que dentro de sus ojos habia como ramas moviendose de un lado para otro.
Al cabo de varios segundos me extendio la mano.

-Era hora de que me invitaras a entrar. - Le dije estrechandole la mano y dirigiendole una sonrisa.

-Tan insubordinado como siempre. A una dama no se le habla de esa manera.

-Ya me conoces, soy todo un caballero.

-No se yo si un caballero, pero tiene su merito el que te deje verme.

-Siempre, siempre con lo mismo. ¿Por que no aceptas ya que somos amigos y te caigo bien?

-¡Nunca! - Se echo a reir.

En ese momento una rafaga de luz me dio en el rostro y me fije en todo lo que habia a mi alrededor. Estaba en un valle enorme que se extendia hasta donde mis ojos no alcanzaban. Todo con un verde cesped que resaltaba a la luz del Sol que se reflejaba en las cristalinas aguas de las cascadas a nuestro lado.

-Sol... animales... Esta vez te haz esmerado con este lugar. - Le dije mientras seguia maravillado con todo aquello.

-Supuse que te gustaria volver a ver algo asi despues de tanto tiempo a oscuras. - Los animales se le acercaban. - Y bueno, ¿Que te trae por aqui? - Me pregunto mientras acariciaba la cabeza de un pequeño conejo.

-Ya lo sabes. - Le conteste suavemente.

- Si... Pero queria que me lo dijeras tu. No sabias nada de todo esto, ¿Como te has enterado?

-La chica. Una joven que nos encontramos en Neila. Le acompañaba un ser magico de fuego. Ella nos lo conto todo sobre los sellos.

-Asi que esa era la fuerza que no podia descifrar. Frizt. Es raro que se deje ver.- Dijo para si misma. - Aunque bueno, yo tambien te dejo verme.

-¿Le conoces?

-Si. Hace muchisimo tiempo. Demasiado. Antes incluso que los humanos existieran.

-Entonces... ¿El es como tu?

-Exacto.

-Entonces puedes venir con nosotros, ayudarnos.

-No. No mi querido Awan. No puedo abandonar este bosque.

-Pero... ¿Por que?

-El bosque es mi vida. Frizt puede ir donde quiera, en cualquier lado se puede dar el fuego. Pero en un mundo tan corrompido no hay lugar para una flor, y menos para un bosque. Este mismo en el que nos encontramos se mantiene con vida gracias a que permanesco en el. Si me fuese se marchitaria, moriria y no tendria a donde volver... desapareceria con el. -Acabo hablando con voz triste, mirandome a los ojos como pidiendome perdon. - Lo unico que puedo hacer es darte el sello. -Me dijo mientras de su mano salia una bellota del tamaño de mi cabeza.- Pero antes de que te vayas dejame advertirte de algo.

-¿Irme...? - Intente preguntar.

-El poder de este sello - Me interrumpio. - Es como el de tu amigo que perdiste. Solo hay dos mas pero desconosco sus poderes. Aun asi, si te encuentras en peligro rompelo, rompe el sello, salvate. Aun si eso significa destruirlo para siempre. Prometeme que te salvaras, que lo usaras, que no moriras... - Una lagrima cayo desde sus ojos atravezando sus mejillas.

-Lo prometo. - Le dije sabiendo que seria la ultima vez que nos veriamos.- ¿Ves? Al final si que te caigo bien. - Intente calmarla mientras todo se volvia borroso y oscuro hasta verme a pocos metros del campamento.
Me intente acercar muy despacio para que nadie se diese cuenta. Pero no salio muy bien.

-¿Donde te habias metido? - Me sorprendio Tosar junto a Lia y Frizt.

-Eh... Habia ido a dar una vuelta. Para pensar. - Intente disimular.

Lia y Frizt se miraron y murmuraron algo en voz baja.

-Y encontraste el sello. - Lia señalo mi bolsa.

-Si... Senti algo raro mientras caminaba y lo encontre bajo un arbol.

-Perfecto. - Levanto la voz Tosar. - Cuanto antes salgamos de este maldito bosque mejor.

-¡¿Ni siquiera vas a preguntarle por lo que hizo?! ¡¿Crees que uno se encuentra uno de estos sellos por simple casualidad?! - Le grito Lia.

- Cada uno tiene sus propios secretos amiguita. Vamonos. - Dijo al darse la vuelta.

Lia resoplo enfadada y se fue tras el con Frizt, quien antes de irse se me quedo mirando varios segundos. Seguramente sabia todo lo sucedido. Pero no dijo nada.

El artefacto 2,15.

Me encontraba sobre un par de rocas mirando las nubes y las pocas estrellas que las conseguían atravesar. Con todos dormidos, el unico sonido que se oia era el de las hojas de los arboles moviendose con el viento a la vez que las pequeñas olas chocaban contra las rocas.

-¿Tu tampoco puedes dormir? - Dijo Tosar acarcandose en silencio por detras.

-Hay muchas cosas que debo asimilar aun. - Le respondi. El se sento a mi lado dandome la espalda.

-Ya somos dos amigo mio, ya somos dos... Desde que todo esto comenzo que no tenemos una noche tan tranquila como esta.

-¿Sabes? Si te soy sincero, nunca espere verme en eswta situacion. Estar tan tranquilamente a tu lado bajo la noche charlando de todo esto. Si supieras lo que dicen de los Deshi todas las historias. Como les hacen ver para todos los demas. Como me hicieron creer que serian.

- No nos hacen honor, ¿Eh? - Me dijo.

-Ninguno.- Le dije soltando una pequeña risa.

-¿Se suponia que seriamos unas bestias canibales o algo parecido? - Respondio a mi risa.

-Masomenos si. Si supieras el miedo que te tenian todos mis hombres mientras ibamos hacia el sur.

-¿Solo tus hombres? - Volvio a reir.

No me salian las palabras entre tanta risa. A pesar de haver perdido tantas cosas en tan poco tiempo, cosas muy importantes para mi, reir era la unica manera que tenia en aquel momento de afrontarlo.

-¿Sabes...? Lo que nos espera es un largo y duro camino. Quizas sea un suicidio. - Le dije aun con la mirada perdida en el cielo.

-Lo se. - Respondio levantando la vista. - Pero alguien tiene que hacerlo.

-Ya... Bueno, basta ya de tanta palabreria. Si me disculpa, señor canibal, me ire a descanzar lo que queda de noche. - Le dije mientras me levantaba y me alejaba hacia mi tienda. Las risas de Tosar se perdian en la lejania.

A la mañana siguiente, mientras todos aun dormian, lentamente me aleje del campamento hacia el espeso bosque que nos rodeaba.
Ya no se olia el refrescante aroma del agua del lago en el que deje a todos atras cuando los arbustos de mi alrededor comenzaron a moverse. Rapidamente empece a correr para intentar alcanzar lo que fuese que los movia hasta llegar a la raiz de un inmenso arbol en donde todo dejo de moverse. Mire hacia atras y el camino de hojas y ramas rotas que deje al correr habia desaparecido. El bosque se habia encargado de ocultarlo para no mostrarme el camino.
Varios minutos pasaron conmigo alli queto, esperando, hasta que de la nada aparecio una puerta completamente tallada en la raiz de aquel enorme arbol. De ella salio una bella mujer con un corto cabello rubio brillante y unos ojos verdes como el bosque que nos rodeaba.

-Bienvenido Awan, cuanto tiempo.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Entrevista

-Bueno, veamos. Una ultima comprobación, ¿Luces?

-Bien.

-¿Cámara?

-Bien.

-¿Sonido? Uno, dos, tres, probando.

-Perfecto.

-Vale, alcánzame la libreta y comenzaremos la entrevista.- Estiro el brazo y le entregaron su libreta. No aparto su mirada de mí ni un segundo. – De acuerdo, comenzaremos con esto. Puede que algunas preguntas le parezcan tontas y de respuestas obvias, pero así es todo esto, ¿Listo?

-Una cosa antes de empezar. – Le dije seriamente.

-Dime.

-¿Para que la libreta? Ya me están grabando, todo lo que diga quedara en el video. Así que, ¿Para que la libreta?

-Suelo dibujar en ella, digamos que algunas entrevistas son demasiado aburridas. Todos se creen que tomo nota de o que me cuentan. Bueno, comencemos con esto. ¿Cuál es tu nombre?

-Donatello Ruiz. – Dije resoplando.

-Es un nombre un tanto…

-¿Extraño? Dígamelo a mí. Ruiz viene de mi padre, y Donatello… Digamos que a mi madre le fascinaban las tortugas ninja de pequeña, cosa que empiezo a dudar seriamente por que todos sabemos que Raffaello le da mil vueltas al tonto del palo. Al menos eso explica el que acabara en aquella institución mental.

-¿Y acabo viviendo solo con su padre? – Hizo su siguiente pregunta.

-Eso seria lo lógico, pero no. Al día siguiente de que encerraran a mi madre, mi padre me presento a su amante francesa llamada Jennifer no se que. Es buena persona y hacia feliz a mi padre. Así que se puede decir que no me fue tan mal.

-Vale, ya habiendo indagado en el tema de sus padres, vamos al tema principal.

-¿Se refiere a cuando empezó todo?

-Exacto.

-Bueno, vamos a ver. Todo comenzó cuando tenía ocho. No, nueve. No, espera, ocho. Tenía ocho. Bueno da igual, no importa.

Estaba yo jugando tan alegremente en mi cuarto como cualquier niño de aquellas edades cuando mi madrastra entro de golpe, me tiro gasolina encima y me lanzo una cerilla. No, eso no. ¿Cuándo fue que…? Ah, si. Me encontraba yo jugando en mi cuarto con mis coches de carrera haciendo que chocaran. Ya ve usted que niño mas retorcido era. Bueno, estaba yo golpeando mis autitos metálicos cada vez más fuerte hasta que al final se creo una pequeña chispita de nada. Imagínese mi sorpresa, me creía Dios. Empecé a aplaudir y a reírme a carcajadas, y creo que de tanto reír me canse y me quede dormido. Horas mas tarde me desperté en al cama de mi padre junto a el y Jennifer y me dijeron que al parecer mi cuarto se había incendiado por completo. Imagínese, un niño que se divierte golpeando coches y se ríe a carcajadas mientras su cuarto es consumido por las llamas delante de el. Todo un genio del mal.

Luego hubo otra vez, años mas tarde. Si no m equivoco fue a tercera hora. Estábamos dando historia. Carlo Magno si no recuerdo mal. En mitad de la clase, nos notificaron de que había un escape de gas y que por seguridad debíamos abandonar las clases. Nada mas levantarnos, toda la clase voló por los aires. Alguna chispa al mover las mesas o algo, nunca se supo. Solo sobrevivimos dos. Una chica que fue llevada al hospital con graves quemaduras en todo su cuerpo y yo, tan ileso como llegue aquella mañana. Me pase los siguientes dos años siendo el centro de atencion hasta que se olvido todo aquello.

-Debió de ser muy duro que todos te miraran como a un bicho raro. – Me dijo mientras escribía en su libreta.

-¿Duro? Era la persona más popular de todo el colegio. A las chicas las volvía locas y nadie se metía conmigo. Una pena que se acabara. – Levante la mirada para ver si escribía algo o solo garabateaba.

-Me lo imagino. – Me miro con cara de pena.- ¿Y cuando fue que se dio cuenta de que era lo que le pasaba?

-¿Directa al grano eh? – Le dije soltando una pequeña sonrisa a la que no me respondió. – Para esto nos adelantaremos varios años, hasta los diecinueve. Había conseguido un trabajo para las fiestas de navidad. Iba a ir trajeado y todo, ¿Sabe? Muy apuesto yo con mi corbatita roja, todo un agente secreto. Aunque la discreción no era lo mío.

Me desperté sobre las seis de la mañana, hora no apta para nadie. Me duche y me vestí a medias. Un chico a esa edad no sabe como meterse ahí dentro, su fisiología no esta preparada. Su cuerpo lo rechaza como a una enfermedad infecciosa.

Bueno, el tema es que después de discutir con mi padre sobre los contras (por que no tiene ningún pro) que tenía consigo el vestirme así, Salí de casa hacia el tren. Hacia un frió que pelaba. Y claro, ¿Cree usted que aquel traje era abrigado? ¡Ja! En mi vida tuve tanto frió. Quienquiera que haya dicho que trabajar con traje era lo normal, seguro que nunca llevo uno puesto. Son difíciles de poner, son incómodos, son…

-Vuelve a la historia por favor. – Me interrumpió con voz seca.

-Son feos… - Dije en voz baja. – Y bueno. Estaba a escasos cinco minutos del tren cuando comencé a oler algo raro. La gente que pasaba cerca de mi se alejaba y me miraban con caras raras. Imagínese, yo que me creía dentro de un disfraz de Halloween y la gente me miraba así. Que vergüenza. Pero al final un hombre me hizo un tacle por detrás y me hizo comer el asfalto. Un hombre muy agradable. En cuanto me levante para ver si correr o quedarme dependiendo de cuan grande fuese, le vi con mi traje en sus manos. Tenía un agujero enorme en la parte de la espalda. Y al tocarme, note que la camisa también. El hombre me dijo “¡Te estabas prendiendo fuego tío!”. Ya ve usted, un hombre ve por la calle a una persona que se prende fuego y su solución es romperle el cráneo contra el suelo. Por su gran razonamiento seguro que es un atrapado del gimnasio, además de que un brazo suyo era como tres veces yo.

-¿Y que paso luego? – Insistió para que siguiera.

-Tranquila señorita, todo a su tiempo. – De nuevo ignoro mi sonrisa… Con lo simpática que es. – En cuanto la gente se fue de encima de mí y perdí de vista al grandote aquel, llame a casa y mi padre me trajo otra ropa y me llevo en coche para no llegar tarde.

Al final llegue a tiempo y todo fue bien hasta después de la hora de la comida. Se acerco a mi una ancianita de estas que sabes que será su ultima navidad entre nosotros. Me pregunto sobre una talla de pantalón, lo busque, se lo di y me despedí de ella para siempre. Me di la vuelta para ir a por otro cliente que estaba al final del pasillo, cuando vi humo que venia de mi espalda. Igual que aquella mañana. Rápidamente me saque el traje para que ningún pirado de las pesas rematara el trabajo. Lo sujete con ambas manos y corrí como un idiota dando gritos hasta que se activaron las duchas esas anti incendios.

Diez minutos más tarde me encontraba yo y mi ropa agujereada y completamente empapado delante de dos hombres trajeados, calvos y gorditos con cara de haber sido infelices durante toda su vida. Ahora que lo pienso, quizás eran parientes de aquella ancianita y les dolía su inminente perdida.

-Remítase a los hechos por favor.- Insistió, una mujer muy aburrida.

-Si, si, si. Me habían llamado por megáfono. Imagínese la cara de todos al verme llegar y ver que no era una tortuga ninja. Menuda decepción se llevaron.

Así que ahí estaba yo. Cara a cara con los jefazos. No recuerdo que dijeron, solo algo de fuego, alarma y clientes, acabando con un fuerte “explíquese”. Supuse que serian gente comprensiva, así que les explique lo de aquella mañana y lo de la tienda. Pero no fue muy bien y acabe de patitas en la calle. Un odio creció en mi interior, una rabia inmensa. Pero como no soy de pegar a la gente, solo patee un perrito de esos pequeñitos que paso cerca de mi, la dueña no se lo tomo muy bien.

En cuanto llegue a casa hubo una discusión a gritos, aunque diría que fue mas bien un monologo, mi padre y Jennifer no son muy de hablar.

“¿Cómo es posible? Malditos gordos en sus cochinos trajes. Les conté todo y aun así no me tomaron como a un jodido mentiroso. Ya te dije yo que no saldría nada bueno del traje. Ya viste como quedo la ropa. ¿Acaso mi espalada es inflamable o solo odia los trajes? No se, quizás paso cerca de mi un grupo de niños y decidieron hacer un campamento en mi espalda. La locura de mama se le habrá pasado a mi espalda, quien sabe. ¿Sabes que? Me pasare un mes entero sin camiseta, a ver si pasa algo. Mira al tele, muestran gente como Superman, Aquaman, Spiderman. ¿Acaso ves alguno cuyo súper poder sea tirar fuego por la espalda? Es vergonzoso.

Y cumplí con aquello. Un mes entero sin nada encima. Fue muy duro si sumas que era invierno y además uno de los más fríos en años. Lo pase muy mal, pero al menos no paso nada.