martes, 21 de diciembre de 2010

El artefacto 2,18.

Me arrastraban, me golpeaban. Oía voces hablando bajo, o al menos yo las oía bajo, sin llegar a entender lo que decían. Solo podía diferenciar dos voces de entre todas, pero no podía ponerles nombre, simplemente sabia que las conocía. Volví a caer, a perder el conocimiento.

Al cabo de un rato desperté de golpe. Estaban cerrando la herida y el dolor me había hecho que me doblara. Era insufrible. Tarde varios minutos en desmayarme a causa del dolor.

Nuevas imágenes de sitios desconocidos pasaron fugazmente frente a mí. Como la otra noche, la mujer volvió a aparecerse en algunas de ellas. Esta vez estaba un poco más cerca de ella. Lo único que logre sacar en claro antes de despertar y volver a perderlo todo, era que la mujer solo aparecía en aquellos lugares en donde no hay animales. Los había en todas ellas, menos en las que ella se dejaba ver. Volví a despertar y las imágenes volvieron al olvido.

-¿Do… Dónde estoy? – Pregunte en general. Ni siquiera sabía si habría alguien que pudiera responder. Y así fue, ni hubo respuesta alguna a mi pregunta. Pasaron varios minutos hasta que la puerta se abrió de lado a lado.

-¡Estás vivo maldita sabandija, como te hiciste de rogar! – Grito Tosar creándome un fuerte dolor de cabeza. – Menos mal que has despertado, si no aquel tabernero hubiera pasado al otro barrio.

-¿Tabernero?

-¿Ya te has olvidado? El maldito imbécil que casi te mata con su daga. En cuanto te ataco, abrí la puerta del todo y casi lo mato a puñetazos. Al final comprendió que no éramos ninguna amenaza y nos dejo entrar. Eso y que le amenace con matarle ahí mismo delante de sus dos hijas. - Se rio.

-Bueno… ¿Haz averiguado algo? – Le pregunte juntando fuerzas, le dolor en el estomago aun era insoportable.

-Si, y no te gustara ni un pelo.

Me lleve la mano a la cabeza.

-A ver, cuenta. – Dije de mala gana.

-Dicen que un dragón destruyo…

-¡¿Un dragón?! – Le interrumpí. – No hay dragones, ya no quedan. Hace cientos de años que murió el último de ellos.

-Es lo que dicen los del pueblo. Por lo que se ve, ese dragón o lo que sea apareció de la nada y destruyo Ymedaca y otros tres poblados al oeste. Lo redujo todo a cenizas.

-Debe de ser una broma. – Me levante de golpe resintiéndome de la herida. – Debe de haber algún error.

-No lo sé Awan, parecen muy convencidos de que era un dragón.

-Esto es de locos. – Acabe por decir.

Pase lo que quedaba de día en la cama pensando sobre todo este asunto del supuesto dragón. Si era cierto que aun quedaba uno vivo, si era cierto que las historias no eran ciertas quizás aun hubiera más. La noche paso y otra mañana nos alcanzo. Decidí levantarme y soportar el dolor a pasar un segundo más en aquella dura cama de madera.
Camine hacia la entrada cuando una mujer se interpuso en mi camino.

-No debe salir ahora señor. Es muy peligroso salir durante el día. – Me dijo apartando hacia un lado su largo cabello oscuro dejando ver un vistoso escote.

-Debes de ser una de las hijas del que me ataco, ¿No es así? – La mire a los ojos.

-Si… señor. Y lo siento muchísimo… - Contesto mostrando unos hermosos ojos que no merecían estar en aquel rostro lleno de terror.

-No pasa nada. Yo siento la paliza que mi amigo le propino a tu padre. – Le dije con una sonrisa para tranquilizarla.- Y ahora dime, ¿Por qué no debo salir? Me gustaría tomar algo de aire.

-La bestia, el dragón, sale durante el día. – Dijo más tranquilamente.

-¿Estás segura de que es un dragón? – Le pregunte seriamente.

-Si mi señor. Yo tampoco me lo creería si no lo hubiera visto, pero créame cuando le dijo que era un dragón.

Ante semejante convicción no había duda. Tenía que ser un dragón o algo muy parecido.

-Está bien, está bien. Me quedare dentro, pero con la condición de que me consigas algo mejor que aquella ruinosa cama. - Volví a sonreír. Ella me respondió con una hermosa sonrisa acompañada de una pequeña risa y asintió con la cabeza.

Acabe en lo que parecía su habitación. Habían dos camas, por lo que seguramente compartiera cuarto con su otra hermana.
Pasamos lo que quedaba de mañana y gran parte de la tarde hablando. Empezamos sobre lo del dragón y lo que ella sabia y acabamos con temas insignificante cual dos adolecentes tonteando.

-Siento interrumpir esto – Apareció Lia por la puerta echando a Tes con la mirada, quien se fue moviendo sensualmente las caderas intentando desafiar a Lia quien aparto la mirada al pasar a su lado. – Tenemos que hablar. Perdona por arruinar tu conquista, pero tenemos algunos asuntos más importantes entre manos.

-Cuenta.

-La historia que cuentan del dragón no es cierta, pero no se equivocan. Es un dragón y a la vez no lo es.

-Explícame eso, no te sigo.

-¿Alguna vez has oído hablar sobre los Vados? - Me pregunto

-¿Un vado? ¿Se supone que debo saber qué es eso?

-¿Es que hoy en día solo llegan a gobernar los ignorantes? – Negó con la cabeza lentamente. Un Vado… A ver cómo te lo explico para que lo entiendas. Imagina un dragón pero mucho más grande. Hace muchísimo tiempo, había hombres que los trataban como a dioses, y en esencia eso son, dioses. Eran dioses caídos al mundo mortal. Aunque en general no son malignos y no se dejan ver, hay raros casos en que eso no es así y atacan a los hombres.

-¿Y son más fuertes que los dragones comunes?

-Son dioses, imagina. Además de ser seres inteligentes, cosa que si la juntas con poder nos complica las cosas. – Señalo.

-¿Y los dragones no lo eran? – Pregunte asombrado.

-¿Inteligentes? El hecho de hablar no te hace inteligente, si lo hubieran sido no se hubieran extinguido. Mírate a ti, sabes hablar pero no sabes nada.

Preferí no decir nada y que ella acabara de hablar.

-Según parece, aun queda buena cantidad de los soldados de Ymedaca resguardándose en las catacumbas de la ciudad. O al menos eso cuentan los que viven en este pueblo de mala muerte. Estaría bien dejar que acabaras tu trabajito con la camarera, pero creo que esto es un poquito más importante, ¿No crees? – Me dirigió una última mirada antes de sentarse frente a mí en la cama. - ¿Crees que lo conseguiremos? Acabar con todo esto digo.

-Todo es posible, solo tenemos que tener esperanza. – Le dije mientras me levantaba y salía de la habitación. – Esta noche iremos a lo que queda de Ymedaca a ver si es cierto lo que dicen. Necesitamos todos los hombres que podamos conseguir si queremos tener alguna oportunidad. ¿Vendrás no?

-¿Crees que me quedaría toda la noche en este lugar tonteando con una camarera? – Se rio. – Claro que iré.

Y llego la noche. Todo el mundo salió a tomar el aire mientras Tosar, Lia y yo nos preparábamos para partir hacia las ruinas de la ciudad. A pesar de que decían que el Vado no salía durante la noche, si íbamos todos llamaríamos demasiado la atención y no quería tentar demasiado a la suerte.

El camino hasta la ciudad fue bastante tranquilo. La presencia del Vado parecía ahuyentar a los demonios, no había ni la mas mínima señal de que hayan estado por aquí desde hacía ya un tiempo.

Finalmente llegamos a lo que se suponía había sido la entrada de la ciudad. Dentro todo eran edificios en ruinas y restos carbonizados. Yo no lo sabía, pero Lia nos lo explico mientras avanzábamos. Las llamas del Vado eran capaces de derretir tanto la roca como el acero, y era algo obvio viendo aquel panorama. Caminamos por las calles buscando algún rastro de los soldados. Pero no encontramos nada. Lo que si encontramos muy a nuestro pesar eran los restos carbonizados de los habitantes de Ymedaca. Podíamos apartar la vista de ellos, pero su olor era insoportable. Era algo duro de ver.

Caminamos durante un buen rato hasta dar con una tienda repleta de cajas. Pasamos a su lado sin prestarle demasiada atención hasta que oímos unas voces. Nos acercamos para oír mejor, pero no conseguimos entender lo que decían.

En cuanto se callaron, las cajas comenzaron a moverse y de detrás salió un hombre algo con una gran barba.
El hombre salió a paso rápido y no nos vio.

-Disculpe. – Le hable para que se parara.

-¿Pero qué… - Se giro y nos apunto con el filo de su espada mientras sostenía un rostro perplejo del miedo.

-Ey, ey, ey. Baja eso si no quieres que te mate aquí mismo. – Le amenazo Lia.

-Lo… Lo siento, pensé que era el dragón. – Bajo el arma.

-¿Me ves cara de dragón? – Levanto la voz Lia.

-No, no, claro que no señorita. Pero… ¿Qué hacen aquí? – Nos pregunto.

-Veníamos a ver si quedaba alguien tal como nos dijeron en Regrub.

-Regrub… así que aún queda algún poblado en pie… - Guardo silencio antes de continuar. – Pues sí, y bastantes. La mayoría de los soldados aun están a salvo. El señor había dado una orden para que todos se quedaran dentro. Y yo y algunos que estábamos cerca del castillo conseguimos refugiarnos dentro a tiempo.

-¿Y por qué sabiendo que de noche están a salvo no escapan a un sitio más seguro? – Le pregunto Lia como si supiera algo.

-Eso me gustaría saber a mí. El señor Aikon dio la orden de que nos quedáramos todos aquí y defender una especie de gema. Por alguna razón no puede sacarla de la ciudad. Dice que no se irá sin ella.

-¡Menudos imbéciles! Justo lo que me imaginaba. Eso no es una gema común y corriente, si no el alma del Vado. Ellos las protegen junto a sus tesoros teniéndola como le mas importante de ellos. Tu estúpido señor debió de habérsela robado creyendo las historias que dicen que con ella conseguirá la inmortalidad. Cosa que no es cierta. Nunca podrá sacar el alma de la ciudad, no se puede alejar el alma del Vado, ella está ligada a él, si el está aquí, el alma aquí se quedara salvo que mates al Vado. Y para ello necesitaras destruir su alma. Pero si él la quiere… lo más seguro es que intente vencerle con sus hombres.

-Hace unas horas fue con todos los hombres a las montañas al oeste… - Dijo en voz baja.

-Acaba de enviar a todos sus hombres y a él mismo a un suicidio. Tenemos que detenerles. – Me miro. - ¿Querías todos los hombres que pudieras conseguir? Sera mejor que nos demos prisa si no quieres ver como se evaporan frente a ti.

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