miércoles, 21 de julio de 2010

El artefacto 2,9.

-¡Corre Aenil, corre! – Gritaba mientras corría hacia la ciudad casi arrastrándola de la mano.

-¡Cuidado! – Me aviso de una explosión a nuestra derecha.

La onda expansiva nos empujo al suelo varios metros. Nunca había visto un demonio así. Tiraba fuego de la boca así como los extintos dragones. Pero no era tan grande como ellos, este apenas tenía mi tamaño, de forma casi humana. Parecía un niño. Pequeños ojos rojos oscurecidos por su piel negra que se asemejaba a escamas.

No nos daba tregua, no teníamos nada que hacer contra él.

-¡Rilas, por ahí! – Dijo señalando una grieta en la muralla de Neila. Nos metimos por ahí intentando huir del ataque. La muralla voló por los aires como si papel se tratase.

-Separémonos – Le dije. – Ve hacia allá, cúbrete en la ciudad. Yo iré por el otro lado. – Sabía que el demonio me perseguía a mí. No podía dejar que ella… corriera peligro.

Nos separamos, y tal como pensé, ella estaba a salvo. Los ataques no cesaban. Tres explosiones cerca de mi me hicieron volar hasta chocar contra una pared de roca.

-Hasta aquí llegas… cuarto. – Me dijo al acercarse. Su voz era como si estuvieran hablando cinco o seis personas a la vez. Era algo aterrador.

-¿Qué quieres de mi? – Le dije mientras escupía sangre que tenía en la boca. Me dolía decir cada palabra.

-¡Alto! No te atrevas a ponerle un solo dedo encima. – Apareció Awan con los hombres de Tosar.

-Mmmm… Atrás señor de la… nada. Esto no te incumbe… de momento.

-¿De la nada? ¡Todo esto me pertenece! Estas son mis tierras y no saldrás de ellas. – Le amenazo.

-Te equivocas... humano.

Mientras hablaba, todos los edificios de Neila comenzaron a evaporarse dejando solo ruinas. Todos los habitantes comenzaron a retorcerse de dolor, gritaban pidiendo ayuda, hasta que una horrible criatura salía de dentro de ellos.

-Estas tierras son mías. – Le dijo el demonio a Awan.

Cientos de aquellas criaturas comenzaron a avanzar hacia Awan y los soldados.

Awan quedo paralizado. No estaba preparado para esto. Perder sus tierras, a su gente, y menos aun frente a sus ojos y de esta manera. Los soldados esperaban una orden, pero almenos de él no la obtendrían.

-¡Prepárense! – Grito Tosar desde atrás.

Al dar la orden y oír el golpeteo de las espadas contra los escudos, una ráfaga de fuego paso sobre las criaturas dejando nada más que cenizas.

-¡Parece que llegamos a tiempo Frizt! – Grito una chica joven pelirroja a lo que parecía un ser mágico.

-¡Rilas! – Grito Awan mirándome. Estaba con la mirada perdida en mi pecho.

Empecé a sentir frio, y al final todo se apago en silencio.

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