domingo, 8 de enero de 2012

Libro.

Al llegar a la cima se quedo observando el paisaje. A pesar del pequeño vértigo que tenia fue incapaz de no mirar. Nunca en la vida había visto semejante belleza junta. Todo era como decía el libro de su abuelo. Las rocas flotaban. Enormes trozos de tierra se mantenían en el cielo ignorando la gravedad salvo para dejar caer unas hermosas cascadas hacia el extenso lago que las esperaba debajo. En cuanto intento dar un paso hacia el borde para ver mejor, una bandada de pájaros subió por el barranco y le hizo caer de culo al suelo. Aun con el corazón a punto de explotar por el susto, los siguió con la mirada hasta que desaparecieron detrás de una de las rocas.
A pesar de no poder mostrárselo a nadie. De no poder recuperar la dignidad al nombre de su abuelo después de que le hubieran llamado mentiroso. A pesar de todo, el sabia la verdad. Con eso le bastaba. Los demás ya no le importaban. Todo aquello estaba delante de sus propios ojos. El sonido de aquellas aves retumbando en sus oídos mientras las veía paradas sobre las flores de las rocas flotantes mientras bebían de las cascadas.
El abuelo tenia razón Pensó antes de tirar la cámara al vació.

Tsubasa wo Kudasai.

martes, 3 de enero de 2012

Dolor.

Abrir los ojos duele y mucho.

domingo, 1 de enero de 2012

Desierto.

Solo se encontraba en aquel enorme y arenoso desierto. Los rayos del Sol le resecaban la piel a medida que avanzaba. Sus zapatos estaban tan desgastados por su uso que dejaban entrever sus pies, la arena se le metía dentro y le creaba ampollas. Hacia tiempo que había perdido la cuenta de cuanto llevaba en aquel horrible lugar.
Sin nadie con quien andar, la soledad se sumo al calor, la sed y el hambre que llevaban todo el tiempo a su lado como única compañía.
Al acabar los calurosos días, daban entrada a unas noches heladas en los que la poca ropa que tenia no le daba a basto para protegerse del frió.
Con la esperanza perdida, decidió sentarse a esperar la muerte sin mas. No tenia nada ni nadie por quien preocuparse. Solo se tenia a el y su dolor.

Pasaron días hasta que sintió la muerte acercándose. Apenas podía abrir los ojos. Apenas llegaba a respirar.

-Levanta. - Le dijo una voz en un tono suave.

Sin creérselo la ignoro y siguió con los ojos cerrados esperando. "Levanta" Escucho otra vez. Y otra.
A la cuarta vez que aquella voz le llamo decidió abrir los ojos. Le costo la misma vida abrirlos después de tantos días y con el Sol sobre él.
Pero lo consiguió.
Y no creía lo que sus ojos veían. Era una persona. Como el. Extendiéndole el brazo. Sin acabar de creérselo, acabo por agarrarse a el y ponerse de pie. Por mucho que no llegara a creer lo que veían sus cansados ojos, una parte de el deseaba que este fuera el final de su castigo. Que era como el llamaba a todo lo que le sucedía.
El desierto.
La razón por la que se encontraba allí.
La razón por la que no podría morir por mucho que lo intentase.
Se aferro fuertemente a la mano que se extendía delante de el y lo miro a los ojos. Eran marrones como los suyos, con unos cabellos despeinados casi rojos cayéndole por el rostro tapando algunas de las varias pecas que tenia por las mejillas y la nariz.
Le pregunto quien era el, que hacia allí y como le encontró. Pero su salvador no tenia las respuestas a todo aquello. Así que como un segundo castigado, se unieron y comenzaron a caminar juntos.

Los días pasaron mas rápido y fueron menos duros que los anteriores a conocerle. El calor era casi igual de duro, pero las noches con alguien a quien acurrucarse eran mucho mas llevaderas, menos frías.
Al cabo de los días comenzó a darse cuenta de que el nuevo seguía un rumbo. No iba a ciegas como el. Al principio pensó que daba igual, que de poco servia que fuese en una dirección, aquello no tenia ningún fin.
Estarían allí hasta el fin de los tiempos o hasta que quien sea que los haya metido allí vuelva para reclamar sus almas.
Pero se equivoco. A los pocos días de caminata encontraron algo que nunca pensó poder ver en un lugar así. Un pequeño estanque de aguas cristalinas se postraba delante de ellos debajo de una pequeña palmera con varios cocos entre sus ramas.
No era posible. Pensó para sus adentros. El nuevo conocía el camino hacia la salida. Sabia mas de lo que le decía. El podía sacarle de allí.
Poco le duraron aquellos pensamientos. Antes de poder continuar un ataque de sed mezclado con hambre le invadieron y ataco el estanque mientras golpeaba la palmera en busca de su jugosa fruta.
Al final del día acabo exhausto. Estaba lleno. El dolor en su estomago ya no existía. La aspereza de su garganta se había ido.
Tirado allí debajo del árbol giro la mirada hasta dar con su compañero quien no había probado apenas nada del manjar que habían encontrado. En parte le pareció extraño, pero por otra se sentía encantado de haber podido comer y beber sin necesidad de preocuparse por no tener suficiente.
A pesar de tener tantas preguntas, decidió dormir y seguir el día siguiente. Prefería no atormentarlo a preguntas y joderla. Prefirió dejarlo como estaba y ver si podía salir de allí.

Al abrir los ojos y recibir al Sol como nunca antes lo había recibido se sorprendió al verse solo. Quien le había guiado hasta allí y dado esperanzas de libertad ya no se encontraba junto a el. Se puso de pie rápidamente y comenzó a mirar hacia todos lados.
Pero ya no se encontraba allí.
Se fue. Me abandono. Dijo por lo bajo.
Pasaron varios días hasta que comprendió que no volvería y decidió marcharse en la dirección que habían seguido los días anteriores.
No paso mucho hasta haberse dado cuenta de que se había vuelto a perder en aquel desierto. Ya no quedaba rastro de aquel estanque. No veía nada en el horizonte mas que arena y mas arena.
Se había vuelto a perder.

martes, 27 de diciembre de 2011

Corriendo.

Entre la lluvia de flechas y chispas del choque entre espadas pasaba el corriendo a toda velocidad. Con un brazo apuntando con el codo hacia delante y el otro estirado hacia atrás se abría paso entre la multitud que le rodeaba. Varios eran los golpe de hojas que iban en su dirección y eran respondidos con rápidos movimientos de sus espadas cortas mientras giraba sobre si mismo dando pequeños saltos mientras seguía avanzando.
Nada le detenía.
Tenia su meta marcada a fuego en su cabeza.
Y llegaría hasta ella aun a costa de su propia vida.
A cada paso que daba su odio aumentaba, su sed de venganza. Y con ella su velocidad. Ningún humano podría correr a esa velocidad y menos aun mantener el equilibrio. Pero el podía, y con una gracia imponente.
Las flechas volvían a tapar el Sol y a caer sobre su cabeza otra vez. Pero ninguna le alcanzaba. Con pequeños pasos de un lado para otro en zig zag conseguía avanzar sin un rasguño a la vez que frenaba los golpes del acero de los soldados que le rodeaban y corrían hacia el.

Eso le enfurecía aun mas. No solo el hecho de que todos quisieran su cabeza, si no el que estuvieran tan ciegos como para intentarlo siquiera tan solo por petición de un rey cegado por su propia avaricia. La fe ciega que depositaron todos aquellos hombres a los que iba quitando la vida a cada paso en un hombre al que sus vidas no importaban ni una pizca.
Sus pasos se fueron convirtiendo en zancadas cada vez mas largas. El suelo comenzo a temblar. A agrietarse a cada paso que daba hasta formar pequeñas zonas que se hundían bajo sus pies que siguieron creciendo hasta pasar a ser grandes cráteres que desfiguraban aquel enorme valle.
Todos los hombres allí reunidos comenzaron a huir lejos de el. Y los que no lo conseguían a tiempo acababan aplastados por la imponente fuerza gravitatoria de sus pisadas.
A esa velocidad no tardo demasiado en vislumbrar al final del camino su meta.
Sentada en un trono de oro recubierto de esmeraldas que formaban el símbolo de su reinado.
Sujetandose la cabeza con una mano como si se aburriera. Como si toda la masacre allí vivida no le importara lo mas mínimo.
Mostrando una leve sonrisa de superioridad.

Y eso le enfurecía aun mas.
En cuanto se acerco lo suficiente salto hacia delante gritando con todas sus fuerzas y cargando el filo de sus espadas hacia el cuerpo del malvado rey.
Cientos de imágenes pasaron por su mente en aquel momento. Todos los castigos sufridos por aquel hombre. Todas las atrocidades que tuvo que vivir por el. Todo el dolor de ver morir a todo aquel que llego a amar a lo largo de su vida.
Pero eso era algo pasado y el lo sabia. Libero su mente y acabo por volver en si justo antes de chocar contra el duro metal del escudo del rey.
El choque le hizo retroceder varios metros en el aire hasta caer al suelo donde sus pies se hundieron en el barro.

-Ven chico, demuéstrame lo que vales. - Le reto mientras le pedía que se acercara con la mano.

Recuperando el aliento volvió a cargar contra el. Pero volvió a rebotar contra su escudo. Mientras se reponía del golpe fue alcanzado por el metal del rey en un hombro. Aquello le hizo retroceder aun mas. La sangre brotaba de la herida. Pero no era suficiente para vencerle. Aun si moría se lo llevaría consigo.
Volvió a la carga y esta vez le alcanzo en una de las piernas, lo que le hizo caer con la rodilla al suelo. tuvo que apoyar la espada en el barro para mantener el equilibrio. Maldijo a los dioses y volvió su vista hacia el rey, quien comenzó a reírse al verle en semejante estado.
Varias habían sido las veces que se habían enfrentado en el pasado, y siempre había perdido. pero esta vez tenia que ser diferente. Había gastado hasta su ultimo aliento entrenándose para ese momento. El momento en que lo atravesaría con el acero de su espada y se llevaría consigo su ultimo aliento.
Aguantando la espiración y mostrando un fuerte dolor en el rostro se puso en pie. Cerro los ojos y apretó fuertemente las empuñaduras con sus manos. Tanta era la presión que comenzó a caer sangre de sus puños cerrados. Abrió los ojos y dedicó al rey una mirada llena de odio, de furia y de una venganza jamas vista. Grito su nombre con todas sus fuerzas y volvio a cargar contra el.
En el momento en que el rey alzo su escudo, dio un salto hacia un lado girando consigo todo su cuerpo y aprovechando el giro cargo con su espada derecha contra la muñeca del rey. su escudo cayó al suelo junto con su mano y un grito agudo de dolor. La pequeña risa paso a convertirse en una mueca de dolor insufrible por la perdida de su mano. La risa ahora había cambiado de dueño.
Comienzo a caminar en círculos alrededor del rey mirándole. Retosándose de su dolor, de su perdida y de su impotencia en aquellos momentos. Se detuvo delante de el. Apoyo ambas espadas sobre sus hombros cruzándolas entre si. Y con una pequeña lágrima de victoria acabo con su vida en aquel destrozado y embarrado campo de batalla desprovisto de vida.