domingo, 16 de enero de 2011

Zombis.

Se despertó cansado. Dio su primera respiración del día cuando sintió el frescor del aire húmedo por la lluvia de la noche anterior en sus pulmones. Por las paredes de la antigua cabaña de madera en la que se encontraba se notaban aun los restos del rocío mañanero que tan normal era en aquella zona. Todo estaba tranquilo allí dentro. No podía ver lo que ocurría fuera. Las ventanas estaban completamente empañadas por la diferencia de temperatura entre fuera y dentro de la cabaña. Aun tenía legañas en los ojos que se quito con la manga de su abrigo. Estaba bañado en sudor, llevaba varios días con la misma ropa y nunca se la quitaba. No sabía cuando tendría que abandonar el lugar por algún inminente ataque y sabia que solo tenía lo que llevaba encima, si lo perdía sus oportunidades de escapar serian prácticamente nulas. Ya se había acostumbrado a su olor, el de fuera era otra historia.

Se levanto y busco en los muebles de la cocina alguna lata con algo de comida. Había pasado ya mucho tiempo desde que todo empezó, toda la comida se había echado a perder salvo las enlatadas. Las latas se mantenían en perfecto estado mientras permanecieran cerradas y su fecha de caducidad era muy alentadora. Aun así algún día se acabaría por echar a perder. Pero se decía así mismo que sería en un futuro bastante lejano, y para entonces esperaba que todo se hubiera arreglado.
Encontró una lata de melocotones en almíbar en uno de los estantes detrás de una caja de cereales con no muy buen aspecto. Abrió la lata con un cuchillo que había en uno de los cajones, la abrió con mucha delicadeza, los miro con ojos vidriosos llenos de esperanza y lentamente se los fue comiendo deleitándose con cada hermosa sensación que le daba aquel sabor a fruta fresca. Hacía ya dos días que no comía y esto le resulto el paraíso. No dejo ni el líquido en el que nadaban, se lo bebió todo. Maldijo el no poder comer el metal de la lata. El mundo estaba lleno de metal ya inservible y no de comida. La única comida estaba oculta, ya fuera en latas o como él en una cabaña, solo que la segunda no era para él, si no
para los que se encontraban fuera. En cierto sentido le hizo gracia. El buscaba comida enlatada y ellos también, solo que sus latas eran cabañas o casas y traían muchas más comida consigo.

Acabo por sacarse los restos de las legañas que aún le quedaban en los ojos y noto que una línea le recorría la mejilla desde los ojos hasta la barbilla. Una línea que atravesaba su sucio rostro dejando ver la piel en su verdadero color. Aun no había superado todo aquello, aun lloraba por las noches, inconscientemente, pero lloraba. Estaba claro que aun no lo había superado del todo.

Lentamente recogió todas sus cosas, que no eran muchas. Solo tenía la ropa que llevaba puesta que le ayudaba a mantenerse caliente en esta época de frio y lluvias, su cartera con un ya inservible dinero y la foto de él con su esposa e hijos, el cuchillo que encontró para abrir la lata y una pequeña linterna de mano que se estaba quedando ya sin pilas. Tardo unos segundos en poner en marcha su mente convenciéndola de que debía hacerlo y abrió la puerta.
Fuera era todo tal cual lo dejo el día anterior. Se encontraba en medio de un bosque con un pequeño lago a su derecha y la carretera a unos pocos kilómetros a la izquierda. El coche del dueño de aquella cabaña aun estaba allí pero no funcionaba. Se había pasado la tarde anterior intentando ponerlo en marcha, pero no tenía ni idea de cómo. Fue en ese momento en el que se arrepintió de no haber hecho caso a su padre y quedarse con el taller en vez de irse a la ciudad a estudiar abogacía. Escucho la voz de su padre diciéndole “Te lo dije”, cosa que le hizo crear una pequeña sonrisa sarcástica en su rostro.

Se cercioro de que no había ninguno de aquellos cadáveres ambulantes por la zona y comenzó a andar hacia la carretera. Hace un tiempo no lo habría notado, pero con todo lo sucedido desde que todo esto empezó, ya podía oírles a cierta distancia. Eran bastante torpes y hacían demasiado ruido al caminar, al menos los que aún conservaban las piernas, los que no eran otro cantar.

Llegando a la carretera escucho ruidos de motor. De motos se decía a sí mismo. Se acerco un poco y se escondió tras unos arbustos. Era bueno oír que aun quedaban personas vidas a parte de él, pero debía ser cauteloso.
Cuando todo comenzó, la gente perdió el control. Se formaban bandas y asaltaban las tiendas. Mataban por un trozo de pan. El caos se apodero de las calles, se mataban los unos a los otros, bandas contra bandas. Esto sin contar cuando se mataban entre sus propios miembros. La gente se escondía en sus casas con miedo a salir. Ya tenían suficiente con que los muertos se levantasen y mataran a todo aquel que alcanzaban como para encima tener que preocuparse también de los supervivientes. Y esto acabo en poco tiempo. Esto era como aquella frase del lejano oeste: “Aquí solo hay sitio uno de nosotros dos”. Los zombis tomaron estas palabras como un testamento de la biblia y acabaron con las bandas y con todo aquel que se interpuso delante. La policía no
supo que hacer frente a todo esto, no estaban preparados y cayeron fácilmente. Algunos se atrincheraron en sus propios cuarteles y aguantaron varios días. Pero finalmente cayeron. Estaban encerrados como sardinas en su lata. No se podía resistir durante mucho tiempo el asalto de los muertos. Ellos nunca descansaban, nunca cesaban, siempre eran más y más.
En las grandes ciudades se refugiaron todos cuantos pudieron con la esperanza de que el ejercito les ayudaría a mantenerse vivos. Y así fue al menos durante los primeros meses. La calma llego a las ciudades, los militares conseguían protegerles. Pero todo acabo. Una madre no puede negarse a su hijo, un hombre no puede olvidar a su esposa, o amigos. Nunca se sabrá, pero de algún modo uno de los caminantes consiguió atravesar el
perímetro. No importa cuán grande sea la cantidad de gente que forme el grupo de refugiados, con que solo uno de estos consiguiera entrar todo se acababa. Este mordía a uno y este otro a otro hasta acabar con todos en cuestión de horas. La ciudad se convirtió en un ejército de muertos vivientes que mataban a cualquiera que se internase en ella en busca de protección. De este modo cayeron cientos de personas. La ciudad había sucumbido a ellos, pero no la señal de radio que prometía protección y comida, una trampa mortal.

No podía dejarse ver por aquellos hombres hasta estar seguro de que no eran un peligro para su seguridad, así que los siguió durante un rato para asegurarse de que eran gente de fiar.

Una vez llegada la noche y haber visto durante el día que eran buena gente, decidió ir a dormir y acercarse a ellos por la mañana. A pesar de costarle horrores, consiguió cerrar los ojos y dormir. Nada de lo que vio en sueños es merecedor de ser relatado.

Se despertó con la cabeza mojada por el césped en el que se encontraba. Las hojas del árbol bajo el que dormía le habían despertado al caer sobre su cara. Se levanto y decidió acercarse a ver si aquellas personas habían despertado también y presentarse. Cuando dio el primer paso oyó una rama romperse cerca de donde se encontraba. Luego otra se unió y otra a esta y así se formo una tétrica melodía de pasos a la que se le sumaron un coro de ruidos prevenientes de las gargantas ya secas del grupo de muertos que apareció por su derecha. Pero no parecían haber caído en su presencia. Pasaron cerca de él mientras se escondía detrás del árbol y miro hacia donde se dirigían. Al verlo se llevo un susto de muerte. El grupo de hombres habían encendido la pequeña hoguera que apagaron por la noche. Ahora de día, el humo se veía desde más lejos y había llamado la atención de varios caminantes que se acercaban hacia ellos a paso ligero.
Cuando volvió en si ya se encontraban lejos, a pocos metros del campamento que aquellas personas habían montado. Intento gritar pero ya era tarde. El grito de una de las mujeres del grupo se le adelanto. Uno de los muertos le había mordido en la pierna haciéndola gritar de dolor. El grito despertó a todos los demás hasta acabar silenciado cuando otro de los muertos le dio un fuerte mordisco en la garganta haciéndola callar para siempre.

Los demás se levantaron rápidamente y recogieron sus armas mientras la chica era devorada sin piedad. Todos menos uno de ellos que se mantuvo de rodillas frente a aquel horrible acto con las manos en su cabeza y los ojos clavados en la cara de la chica, ojos que se cerraron cuando tres muertos se le echaron encima. Ni siquiera grito.

Los demás comenzaron a disparar contra ellos mientras lanzaban gritos e insultos hacia todos ellos por haber matado a sus amigos. Estaban tan fuera de sí que no apuntaban bien y los zombis no caían. No conseguían dar en sus cabezas haciendo solo que se enfurecieran más y más. Finalmente acabaron sin munición y comenzaron a correr intentando salvar sus vidas. Uno consiguió huir mientras los otros eran frenados por la espalda mientras una mano semi-deshuesada les sujetaba fuertemente por la ropa y los tiraba hacia atrás para darse un festín.

Mientras todo esto sucedía el se encontraba mirando todo aquello desde la copa del árbol bajo el que paso la noche. Se sentía impotente ante tal situación. Hubiera querido hacer algo, pero sabía que era un suicidio. En cuanto todo se tranquilizo y los muertos volvieron por donde vinieron dejando tras de sí tan solo los restos de las tiendas y los restos de una de las chicas que acabo tan mutilada que no consiguió volver de la muerte.
Reviso el campamento en busca de algún resto de alimento como un ave de rapiña rebusca en los restos de un animal muerto. No consiguió nada y decidió irse de allí lo más rápido que pudo. Le daba nauseas permanecer más tiempo allí.

jueves, 30 de diciembre de 2010

El artefacto 2,19.

Sin demasiado tiempo para pensar, decidí correr en la dirección en la que nos señalo el hombre. Lia y Tosar se me unieron tardando un par de segundos en reaccionar.

-¡Ya podrías haber avisado de que saldrías corriendo! – Me grito Tosar.

Corrimos durante un buen rato hasta encontrarnos con dos caballos por el camino.

-Esto no pinta nada bien. Miren bien. – Señalo las sillas. Ambas estaban manchadas de sangre.

-Ya han empezado. – Dije en voz baja. – Debemos apurarnos. Montemos.

Cabalgamos lo más rápido que podíamos. Por el camino nos encontramos varios cadáveres calcinados. El Vado parecía no haber esperado y les embosco en el camino. Y por lo visto muchos no consiguieron escapar.
Seguimos por el camino de cenizas hasta dar con una cueva que se metía por la montaña. No era muy grande, así que debieron de haberse metido por aquí dentro, el Vado no podría seguirles.

Por muy raro que parecíera, la cueva no estaba a oscuras. En vez de rocas y tierra, las paredes estaban recubiertas de raros cristales que iluminaban todo el camino dejando ver varios cadáveres en el suelo.

-Cristales de fuego. – Nos dijo Lia mientras tocaba las paredes. – El fuego del Vado los debe de haber encendido. Había leído sobre ellos, pero nunca había visto uno. – Acabo de hablar y se puso a tocarlos. Encontró uno medio suelto, lo arranco de la pared y se lo guardo.

-¿Hacia dónde llevara este túnel? – Pregunto Tosar mirando en todas direcciones.

- Hacia el peor lugar de todos. – Le respondió. – La guarida del Vado. Con suerte aun seguirán vivos unos pocos.

No dije nada, no sabía que decir. Continuamos avanzando. Los cristales comenzaban a apagarse, los de la entrada ya estaban a oscuras.
Caminamos hasta dar con el final del túnel. Al salir de él nos encontramos en una sala inmensa. No alcanzamos a ver el techo.

-¿Cómo es posible que algo así exista? – Pregunto Tosar mientras miraba hacia arriba.

-El mismo Vado lo crea. Con su llama derrite la montaña por dentro dejándola casi hueca, nada más que una carcasa vacía. – Explico Lia.

-¿Y donde esta? – Intervine. – Donde están todos más bien.

No había ni rastro de nadie, solo estábamos nosotros.

-¿Mas humanos en mis aposentos?- Se oyó una voz resonar en todo el lugar. Los tres nos miramos con cierta sorpresa al oírla. No sabíamos de donde provenía. - ¿Acaso pertenecen al grupo de antes? No…Son distintos, diferentes de aquellos otros… Lo noto.

-Es él, el Vado. – Dijo Lia mirando hacia delante.

-Muy perspicaz jovencita – Apareció un hombre negro con ropas extrañas.

-¿No se supone que es como un dragón? – Pregunto Tosar.

-Y lo es – Respondió Lia. – Lo que vemos no es el Vado, si no una imagen que el proyecta en nuestras mentes.

-Veo que has hecho los deberes, me asombras. En efecto, este no es mi cuerpo. Me mostraría si fueran solo ustedes dos, pero no veo buenas intenciones en la mente de la chiquilla.

Tosar y yo miramos a Lia quien mantenía un rostro de furia.

-No sé de que hablas.- Le dijo a regañadientes.

-Pues deberías, esta todo en tu mente. – La señalo. – Yo veo todo lo que habita en ella, y la tuya es como un coctel de malos momentos y errores que no te has perdonado. ¿O me equivoco? – Aquel hombre de piel oscura ya no estaba, ahora veíamos a una hermosa mujer con una mirada de ternura que hacia caer varias lagrimas por el suave rostro de Lia.

-Esa no eres tú… - Dijo entre lágrimas.

-¿Querías salvarla verdad? – Le dijo la mujer.

-¡Claro que quería! ¿Qué clase de hija seria entonces? – Le grito a todo pulmón salpicando el suelo con sus lágrimas.

-¿Y qué te lo impidió? – Insistió – No hiciste nada, huiste, la dejaste atrás.

No dijimos nada.

-No podía… ¡No podía hacer nada! Era muy pequeña…Tenía mucho miedo… -Acabo hablando en voz baja.

-¿Muy pequeña? – La mujer se esfumo para dar paso a la imagen de un niño rubio de ojos pequeños. - ¿Acaso te has olvidado de el? Te ofreció su casa, su familia te acogió y te cuido durante un tiempo. – Su rostro empezó a sangrar y una gran herida le recorrió la cabeza. – ¿Y así se lo pagaste? Volviste a huir cuando ellos más te necesitaban.

-Eran demasiados… No… No podía… - Seguía llorando con el rostro empapado en lágrimas.

-Siempre buscas lo mejor para ti olvidándote de los demás, así es como eres, ¿No? – Apareció un anciano al lado del niño herido. – Te dio de comer lo poco que le quedaba a pesar de que llevaba días sin comer y tu lo dejaste ser devorado por los demonios. – El anciano empezó a sangrar por todo su cuerpo y marcas de mordiscos se le aparecieron.

-Le dije… Le dije que huyera… Pero… No pudo, no pudo… escapar…

-Ya sabias usar tus poderes, ¿Por qué no los usaste para salvarle?

-Había atraído a mas… hubiéramos muerto los dos… - Al acabar de hablar aun movía los labios diciendo cosas para sí misma.

-Eso no lo sabes. Pudiste haberle salvado si hubieras querido. ¿Y qué hay de él? – Apareció en frente de los otros dos un joven apuesto de pelo oscuro corto y ojos marrones.

Lia se quedo sin habla, su rostro se quedo pálido al verle, su mirada se quedo fija en el sin parpadear. Se paralizo.

-Él pensaba que le querías, pensaba que le amabas tanto como él a ti. Confiaba en todo lo que le dijiste. Pensaba que sería algo que duraría para siempre.

-Para… Por favor… - Hablo Lia con voz baja mirando esta vez al suelo. – Por favor no sigas.

-¿Qué pare? ¿Acaso le dijiste que pararan a ellos mientras le degollaban? – Comenzó a aparecer un gran corte en su garganta por el que chorreaba sangre.

-¡Por favor! – Grito escupiendo y dejando ver unos ojos colorados de tanto llorar. Ya no le quedaban lágrimas.

-¿Por favor? – Dijeron todos a la vez. - ¿Te paraste a ayudarnos cuando te gritamos pidiendo ayuda? ¿Acaso no te lo pedimos por favor? Pero no te paraste a ayudarnos. No dejaste de correr.

-¡Para! – Grito con voz seca echando su cuerpo hacia delante y ambos brazos hacia atrás creando dos grandes esferas de fuego en cada una de ellas. En cuanto alcanzaron el tamaño de una cabeza se echo hacia atrás adelantando ambas manos y juntando las dos esferas para crear una aun mas grande que fue absorbida por su cuerpo. Los ojos de Lia desprendían fuego, un fuego de odio, de rabia contenida que en estos momentos estaba siendo expulsada. Todo su cuerpo se envolvió en un mar de llamas que quemaron el suelo a su alrededor. Tosar y yo tuvimos que alejarnos varios metros de ella. Estaba fuera de sí.

-¡Acabare contigo! – Grito con una extraña voz que no parecía pertenecer a una chica de su edad. Dio un paso hacia delante y las proyecciones del Vado se evaporaron en cenizas.

Frente a nosotros se apareció una enorme bestia. De grandes ojos celestes sobre una gigantesca cabeza dotada de dientes tan grandes como un hombre y de un cuerpo tan alto como el castillo de Neila.

-Veo que he despertado algo inesperado. – Hablo la bestia.

-¡Lia detente! – Le grite al ver al Vado.

-No te escuchara, es inútil que grites. Esta muy inmersa en el estado que ves. Ya no es la Lia que recuerdas, ahora no es más que un alma llena de furia que destruirá todo cuanto se cruce a su paso.

-¡Lia! – Grite ignorando las palabras del Vado. - ¡Frizt haz algo!

-Esto se escapa de mi control – Me respondió Frizt. – Sabía que había ira en su corazón, pero nunca imagine que fuera tanta. Tantos remordimientos…

-¡Tenemos que detenerla! – Le grite a Tosar antes de empezar a correr contra ella. Al acercarme salte para derribarla, pero algo me empujo de vuelta hacia donde estaba antes haciéndome rodar por el suelo. – ¡Lia! – Insistí.

Lia comenzó a decir una serie de palabras desconocidas y de su cuerpo salió una enorme llamarada hacia el Vado, quien se defendió lanzando un contraataque desde su boca.
En cuanto ambos ataques hicieron contacto un sordo sonido nos golpeo acompañado de una onda de choque que nos lanzo varios metros hacia atrás.
No se qué clase de poder había despertado en Lia, pero si el Vado poseía el poder de un dios y no conseguía hacerla retroceder me hacía pensar que no era un simple enfado.

-¡¿Así es como quieres que acabe todo?! ¡Pensaba que te habías unido a nosotros abandonando tu solitario camino para poder cambiar todo esto y volver a la normalidad! – Le grite.

-Le traicione… los abandone a todos, no tengo derecho a seguir. – Dijo con la misma voz de antes, esa ya no era ella, pero no podía rendirme.

-¡Si tanto te quería, lo más importante para él era tu seguridad! ¡Y dio su vida para salvarte, para dejarte estar donde estas en estos momentos! ¡El no querría que tiraras la vida que te dio tan fácilmente!

Lia parpadeo un segundo y el ataque del Vado avanzo varios metros ganando ventaja.

-¡No habíamos venido aquí a pelear contra el Vado, si no a salvar a los soldados, recuérdalo! ¡Nosotros te necesitamos, eres ya parte de nosotros! ¡Por favor, detén esto!

El cuerpo de Lia se paralizo deteniendo aquel ataque mientras la llamarada del Vado la consumía dejando ver como una lágrima se evaporaba en sus ojos.

-¡Noooo! – Corrí hacia ella cuando Tosar me detuvo.

-No puedes acercarte ahí, morirías. – Me decía mientras intentaba llegar con mis manos. En cuanto me quede sin fuerzas para seguir y comprendí todo, mire al Vado con odio. El me devolvió la mirada y sonrió.

En donde se encontraba Lia había ahora un fuego que no parecía consumirse, un fuego que comenzó a girar en si mismo creando un fuerte torbellino que acabo dando forma de niña. Era Lia. Ella ser acerco a mi lentamente y se agacho para decirme unas palabras al oído. En ese momento no entendí su significado, pero pronto lo conocería.

-Has conseguido salvarla de su abismo de ira y rabia. No pensé que fueras capaz de hacer algo así como salvar a alguien sin esperanzas en este mundo tan oscuro.- Me dijo el Vado.

-Siempre hay esperanza, por muy pequeña que sea, siempre la hay. – Respondí aun asombrado de ver a Lia con vida.

-Cambiando de tema, creo haber oído que venían a salvar a los soldados. Creo entender que se trata de los que llegaron antes.

-Si, pero ya no importa ¿Verdad? Están todos muertos

-¿Muertos? ¿Por qué iban a morir? Ninguno de ellos sabia el por qué estaban aquí. Solo unos pocos venían a darme muerte y son aquellos a los que has visto convertidos en carbón. Todos los demás fueron enviados de vuelta a su castillo. Supongo que te servirán para la batalla que buscas contras los demonios.

-Tú también podrías ayudarnos, todo seria más fácil si estuvieras de nuestro lado. – Le dijo Tosar.

-Ja, Ayudar dices. Lo siento pero paso. Ya he roto muchas reglas al hacer todo esto y no quiero desaparecer. Por mucho que ya no viva junto al resto de dioses no hace que las reglas se rompan para mí.
Es más, ya vienen, así que será mejor que no estén por aquí. – Termino hablando cuando nos encontramos frente a las cajas en donde vimos a aquel hombre en Ymedaca.

No adentramos en las catacumbas y vimos a todos los soldados. Nos sorprendimos al ver que era todo un ejército y más aun al ver como la gran mayoría decidieron acompañarnos en nuestro viaje. Aun queda esperanza en este mundo para nosotros.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

P.N.S.L.P.

Un hombre de larga barba de aspecto islamico entra en un tren, deja un paquete y se va. La policia le detiene por supuesto terrorismo.
Un hombre de larga barba de aspecto islamico entra en una gran tienda llena de gente y deja un paquete. La policia le detiene por supuesto terrorismo.
Un hombre de larga barba entra en nuestra casa, deja varios paquetes y se va a la vez que nos despedimos de el. No sabemos su edad ni donde nacio, pero nos alegramos al ver como deja cajas en nuestro hogar.

Nosotros permitimos el terrorismo en navidad. Ayudanos a detenerle. Hazte socio. P.N.S.L.P.

martes, 21 de diciembre de 2010

El artefacto 2,18.

Me arrastraban, me golpeaban. Oía voces hablando bajo, o al menos yo las oía bajo, sin llegar a entender lo que decían. Solo podía diferenciar dos voces de entre todas, pero no podía ponerles nombre, simplemente sabia que las conocía. Volví a caer, a perder el conocimiento.

Al cabo de un rato desperté de golpe. Estaban cerrando la herida y el dolor me había hecho que me doblara. Era insufrible. Tarde varios minutos en desmayarme a causa del dolor.

Nuevas imágenes de sitios desconocidos pasaron fugazmente frente a mí. Como la otra noche, la mujer volvió a aparecerse en algunas de ellas. Esta vez estaba un poco más cerca de ella. Lo único que logre sacar en claro antes de despertar y volver a perderlo todo, era que la mujer solo aparecía en aquellos lugares en donde no hay animales. Los había en todas ellas, menos en las que ella se dejaba ver. Volví a despertar y las imágenes volvieron al olvido.

-¿Do… Dónde estoy? – Pregunte en general. Ni siquiera sabía si habría alguien que pudiera responder. Y así fue, ni hubo respuesta alguna a mi pregunta. Pasaron varios minutos hasta que la puerta se abrió de lado a lado.

-¡Estás vivo maldita sabandija, como te hiciste de rogar! – Grito Tosar creándome un fuerte dolor de cabeza. – Menos mal que has despertado, si no aquel tabernero hubiera pasado al otro barrio.

-¿Tabernero?

-¿Ya te has olvidado? El maldito imbécil que casi te mata con su daga. En cuanto te ataco, abrí la puerta del todo y casi lo mato a puñetazos. Al final comprendió que no éramos ninguna amenaza y nos dejo entrar. Eso y que le amenace con matarle ahí mismo delante de sus dos hijas. - Se rio.

-Bueno… ¿Haz averiguado algo? – Le pregunte juntando fuerzas, le dolor en el estomago aun era insoportable.

-Si, y no te gustara ni un pelo.

Me lleve la mano a la cabeza.

-A ver, cuenta. – Dije de mala gana.

-Dicen que un dragón destruyo…

-¡¿Un dragón?! – Le interrumpí. – No hay dragones, ya no quedan. Hace cientos de años que murió el último de ellos.

-Es lo que dicen los del pueblo. Por lo que se ve, ese dragón o lo que sea apareció de la nada y destruyo Ymedaca y otros tres poblados al oeste. Lo redujo todo a cenizas.

-Debe de ser una broma. – Me levante de golpe resintiéndome de la herida. – Debe de haber algún error.

-No lo sé Awan, parecen muy convencidos de que era un dragón.

-Esto es de locos. – Acabe por decir.

Pase lo que quedaba de día en la cama pensando sobre todo este asunto del supuesto dragón. Si era cierto que aun quedaba uno vivo, si era cierto que las historias no eran ciertas quizás aun hubiera más. La noche paso y otra mañana nos alcanzo. Decidí levantarme y soportar el dolor a pasar un segundo más en aquella dura cama de madera.
Camine hacia la entrada cuando una mujer se interpuso en mi camino.

-No debe salir ahora señor. Es muy peligroso salir durante el día. – Me dijo apartando hacia un lado su largo cabello oscuro dejando ver un vistoso escote.

-Debes de ser una de las hijas del que me ataco, ¿No es así? – La mire a los ojos.

-Si… señor. Y lo siento muchísimo… - Contesto mostrando unos hermosos ojos que no merecían estar en aquel rostro lleno de terror.

-No pasa nada. Yo siento la paliza que mi amigo le propino a tu padre. – Le dije con una sonrisa para tranquilizarla.- Y ahora dime, ¿Por qué no debo salir? Me gustaría tomar algo de aire.

-La bestia, el dragón, sale durante el día. – Dijo más tranquilamente.

-¿Estás segura de que es un dragón? – Le pregunte seriamente.

-Si mi señor. Yo tampoco me lo creería si no lo hubiera visto, pero créame cuando le dijo que era un dragón.

Ante semejante convicción no había duda. Tenía que ser un dragón o algo muy parecido.

-Está bien, está bien. Me quedare dentro, pero con la condición de que me consigas algo mejor que aquella ruinosa cama. - Volví a sonreír. Ella me respondió con una hermosa sonrisa acompañada de una pequeña risa y asintió con la cabeza.

Acabe en lo que parecía su habitación. Habían dos camas, por lo que seguramente compartiera cuarto con su otra hermana.
Pasamos lo que quedaba de mañana y gran parte de la tarde hablando. Empezamos sobre lo del dragón y lo que ella sabia y acabamos con temas insignificante cual dos adolecentes tonteando.

-Siento interrumpir esto – Apareció Lia por la puerta echando a Tes con la mirada, quien se fue moviendo sensualmente las caderas intentando desafiar a Lia quien aparto la mirada al pasar a su lado. – Tenemos que hablar. Perdona por arruinar tu conquista, pero tenemos algunos asuntos más importantes entre manos.

-Cuenta.

-La historia que cuentan del dragón no es cierta, pero no se equivocan. Es un dragón y a la vez no lo es.

-Explícame eso, no te sigo.

-¿Alguna vez has oído hablar sobre los Vados? - Me pregunto

-¿Un vado? ¿Se supone que debo saber qué es eso?

-¿Es que hoy en día solo llegan a gobernar los ignorantes? – Negó con la cabeza lentamente. Un Vado… A ver cómo te lo explico para que lo entiendas. Imagina un dragón pero mucho más grande. Hace muchísimo tiempo, había hombres que los trataban como a dioses, y en esencia eso son, dioses. Eran dioses caídos al mundo mortal. Aunque en general no son malignos y no se dejan ver, hay raros casos en que eso no es así y atacan a los hombres.

-¿Y son más fuertes que los dragones comunes?

-Son dioses, imagina. Además de ser seres inteligentes, cosa que si la juntas con poder nos complica las cosas. – Señalo.

-¿Y los dragones no lo eran? – Pregunte asombrado.

-¿Inteligentes? El hecho de hablar no te hace inteligente, si lo hubieran sido no se hubieran extinguido. Mírate a ti, sabes hablar pero no sabes nada.

Preferí no decir nada y que ella acabara de hablar.

-Según parece, aun queda buena cantidad de los soldados de Ymedaca resguardándose en las catacumbas de la ciudad. O al menos eso cuentan los que viven en este pueblo de mala muerte. Estaría bien dejar que acabaras tu trabajito con la camarera, pero creo que esto es un poquito más importante, ¿No crees? – Me dirigió una última mirada antes de sentarse frente a mí en la cama. - ¿Crees que lo conseguiremos? Acabar con todo esto digo.

-Todo es posible, solo tenemos que tener esperanza. – Le dije mientras me levantaba y salía de la habitación. – Esta noche iremos a lo que queda de Ymedaca a ver si es cierto lo que dicen. Necesitamos todos los hombres que podamos conseguir si queremos tener alguna oportunidad. ¿Vendrás no?

-¿Crees que me quedaría toda la noche en este lugar tonteando con una camarera? – Se rio. – Claro que iré.

Y llego la noche. Todo el mundo salió a tomar el aire mientras Tosar, Lia y yo nos preparábamos para partir hacia las ruinas de la ciudad. A pesar de que decían que el Vado no salía durante la noche, si íbamos todos llamaríamos demasiado la atención y no quería tentar demasiado a la suerte.

El camino hasta la ciudad fue bastante tranquilo. La presencia del Vado parecía ahuyentar a los demonios, no había ni la mas mínima señal de que hayan estado por aquí desde hacía ya un tiempo.

Finalmente llegamos a lo que se suponía había sido la entrada de la ciudad. Dentro todo eran edificios en ruinas y restos carbonizados. Yo no lo sabía, pero Lia nos lo explico mientras avanzábamos. Las llamas del Vado eran capaces de derretir tanto la roca como el acero, y era algo obvio viendo aquel panorama. Caminamos por las calles buscando algún rastro de los soldados. Pero no encontramos nada. Lo que si encontramos muy a nuestro pesar eran los restos carbonizados de los habitantes de Ymedaca. Podíamos apartar la vista de ellos, pero su olor era insoportable. Era algo duro de ver.

Caminamos durante un buen rato hasta dar con una tienda repleta de cajas. Pasamos a su lado sin prestarle demasiada atención hasta que oímos unas voces. Nos acercamos para oír mejor, pero no conseguimos entender lo que decían.

En cuanto se callaron, las cajas comenzaron a moverse y de detrás salió un hombre algo con una gran barba.
El hombre salió a paso rápido y no nos vio.

-Disculpe. – Le hable para que se parara.

-¿Pero qué… - Se giro y nos apunto con el filo de su espada mientras sostenía un rostro perplejo del miedo.

-Ey, ey, ey. Baja eso si no quieres que te mate aquí mismo. – Le amenazo Lia.

-Lo… Lo siento, pensé que era el dragón. – Bajo el arma.

-¿Me ves cara de dragón? – Levanto la voz Lia.

-No, no, claro que no señorita. Pero… ¿Qué hacen aquí? – Nos pregunto.

-Veníamos a ver si quedaba alguien tal como nos dijeron en Regrub.

-Regrub… así que aún queda algún poblado en pie… - Guardo silencio antes de continuar. – Pues sí, y bastantes. La mayoría de los soldados aun están a salvo. El señor había dado una orden para que todos se quedaran dentro. Y yo y algunos que estábamos cerca del castillo conseguimos refugiarnos dentro a tiempo.

-¿Y por qué sabiendo que de noche están a salvo no escapan a un sitio más seguro? – Le pregunto Lia como si supiera algo.

-Eso me gustaría saber a mí. El señor Aikon dio la orden de que nos quedáramos todos aquí y defender una especie de gema. Por alguna razón no puede sacarla de la ciudad. Dice que no se irá sin ella.

-¡Menudos imbéciles! Justo lo que me imaginaba. Eso no es una gema común y corriente, si no el alma del Vado. Ellos las protegen junto a sus tesoros teniéndola como le mas importante de ellos. Tu estúpido señor debió de habérsela robado creyendo las historias que dicen que con ella conseguirá la inmortalidad. Cosa que no es cierta. Nunca podrá sacar el alma de la ciudad, no se puede alejar el alma del Vado, ella está ligada a él, si el está aquí, el alma aquí se quedara salvo que mates al Vado. Y para ello necesitaras destruir su alma. Pero si él la quiere… lo más seguro es que intente vencerle con sus hombres.

-Hace unas horas fue con todos los hombres a las montañas al oeste… - Dijo en voz baja.

-Acaba de enviar a todos sus hombres y a él mismo a un suicidio. Tenemos que detenerles. – Me miro. - ¿Querías todos los hombres que pudieras conseguir? Sera mejor que nos demos prisa si no quieres ver como se evaporan frente a ti.

lunes, 20 de diciembre de 2010

El artefacto 2,17.

Nos quedamos un último día en aquel bosque para aprovisionarnos antes de seguir nuestro camino. Era asombroso el ver cómo unidos en desgracia, los soldados trabajaban tan duro codo con codo a pesar de que hasta hace nada eran fieros enemigos. Si tan solo hubiera sido así tiempo atrás, nada de esto habría pasado, todo esto se habría evitado. Pero así somos. La unión es siempre la última en nuestra infinita lista de prioridades.

Aquella noche, dentro de mi tienda, entre los ruidos de los arboles al viento, tuve una serie de sueños fugaces. Imágenes de lugares que iban y venían frente a mí. Lugares en los que nunca había estado ni conocía pero que de alguna manera me eran familiares. Me sentía bien en ellos, me sentía seguro, en paz. En algunos de esos sitios, había una mujer a lo lejos. No llegaba a verla bien, era como una mancha en el horizonte que me observaba. Cada vez que aparecía corría hacia ella, pero sin lograr acercarme lo mas mínimo, era como si a cada paso que daba ella se alejaba otro. Al final, y solo al final logre notar cierto acercamiento entre nosotros. Un gran frio recorrió mi cuerpo y empecé a correr hasta que de desperté y todo aquello se fundió en la nada. Aun recuerdo vagamente el sueño, pero ninguna imagen con claridad, se había perdido y al menos de momento no volverían.

Otra oscura mañana había llegado y reanudamos el camino. Sobre el atardecer ya habíamos abandonado el bosque de Quech, el cual moviendo las ramas de los arboles al compás del viento se despedía de nosotros. Ya frente a nosotros se encontraba el camino a Ymedaca, nuestra siguiente parada.

En casi dos días ya casi habíamos llegado. Nos encontrábamos en Regrub, uno de los poblados de la periferia. Pensando en pasar la noche allí, nos dirigimos a la pasada a por algo de información.

-Ey Awan – Me hablo Tosar. – ¿No te parece extraño que no haya nadie por las calles? Y más teniendo en cuenta que es de las zonas más pobladas del este.

-Quien sabe, quizás desde que todo esto empezó la gente no salga a tomar el sol como antes. – Le dije bromeando.

Llegamos a la puerta y la intente abrir. Cerrada. Di varios golpes pero no hubo respuesta alguna.

-Raro, ¿Eh?

-Un poco – Respondí e insistí con la puerta. Dentro se oyeron ruidos. Había alguien, de eso estaba seguro. Pero por alguna razón se escondían. – Se que hay alguien dentro, abran.

Se escucharon murmullos.

-¡Largo de aquí! – Se oyó finalmente.

-Solo queremos algo de información, abran. – Hablo Tosar.

-¡He dicho que se larguen! – Insistieron desde dentro.

Tosar y yo nos miramos y decidimos echar la puerta abajo. Empezamos a empujarla, pero no cedía. Me eche hacia atrás agarrando carrerilla y me lance contra ella. Se abrió de golpe y me detuve en seco. Había salido una mano sujetando algo. Comencé a sentir frio en el estomago. Al mirar hacia abajo, vi una daga clavada en mi cuerpo. Mi vista se nublo y caí.