miércoles, 16 de junio de 2010

Omg.

El 2º texto salvado del fotolog abandonado. Es de hace mas de 1 año pero la gracia que me hizo volver a leerlo no me la saca nadie xD

Poco mas de un mes sin internet, ya estaba poniendo en google tiendas de cuerdas en las que poder colgarme, pero al ver que no se encontraban resultados por que no conectaba con el servidor me descontrolaba. Corria de lado a lado de la casa tan rapido como podia buscando algo resistente con lo que poder colgarme y con lo que reventar a golpes el pc. Al rato me di cuenta de que algo asi no hay en casa y que seguramente nisiquiera existe. Asi que me di por vencido. Tirarme por la ventana lo di por perdido al pensar que si no moria seria algo grave, asi que lo aparte de mi mente.
Series y series que se cortaron a la mitad sin saber como continuaban. La cabeza me iba a estallar. Entonces baje la cortina.

El tiempo seguia pasando y esa maldita tortuga seguia mirandome, algo raro tiene. Sumido en la desesperacion, internet volvio, me miro a la cara y me pidio perdon, se metio en su cable y no dijo nada mas. Pero claro, no se puede confiar mas en el, seguramente algun dia se ira sin avisar de nuevo y el fin de los dias llegara, todo ardera en fuego y cenizas quedaran.

¿?

Difícil aguantarlo. Todo da vueltas. El vacio que rodea tu mente sigue ahí, algo te falta, algo te falto, algo te faltará.

¿El qué? nunca lo sabrás, siempre estará ahí. Nunca estarás lleno de todo, siempre serás así, siempre serán así.

El esfuerzo es innecesario. Es su naturaleza el no ser alcanzado, el no dejarse ver por nadie en ningún momento.

Los días llegan a su fin, no lo has visto. La vida se apaga, y en ese momento lo ves, al otro lado del camino.

Es algo inimaginable, algo incapaz de ser descrito. Carece de forma pero a la vez la tiene. Riéndose a la distancia.

Todo resulta ser insignificante a su lado. Responde a todas aquellas preguntas que nunca llegaste a responder, pero abre otras. Tan grande y pequeño a la vez. Sorprende solo su presencia, tanto que hasta parece que no está, que solo es su imaginación.

El sueño de un loco es lo que le define, el sueño...

El artefacto 2,6.

-¡Lia, Lia! Despierta. Me cago en la puta, siempre lo mismo.

Empecé a abrir los ojos cuando un chorro de agua helada me cayó en la cara.

-¡Ah! ¿Qué haces? ¿Cuántas veces te tengo que decir que no hagas eso?

-Si durmieras como una persona normal no lo tendría que hacer, pero la princesita tiende a despertarse cuando a ella le apetece ignorando nuestra situación actual.

-Deberías tratarme mejor. Si no fuera por mí no estarías aquí. Además también deberías saber el cansancio que me produce el mantenerte a este lado de plano.

-¡Oh! Discúlpeme usted – Dijo haciendo una reverencia – Muchísimas gracias por sacarme del paraíso para traerme a un mundo plagado de borrachos, putas y no nos olvidemos que está lleno de demonios.

-Y por eso estas aquí – Le dije con unas sonrisa.

-Exacto. – Me la devolvió.

Durante un rato de silencio me quede quieta, observando los alrededores. Estábamos en uno de los grandes bosques del oeste de Ynos. Los arboles aquí eran hasta cuatro veces más grandes que los normales. Apenas se podía ver el cielo entre sus ramas, aunque tampoco había mucho que observar, todo era de un color negro que todo lo absorbía. Aparte de los arboles, lo único que crecía eran unos arbustos con unos frutos morados en forma de pequeñas bolitas. Toda la flora restante murió aquel día… El día con el que suelo soñar. No recuerdo mucho mas, ni siquiera recuerdo como conseguí a Frizt. Hace ya tanto de eso…

-Eh Lia, sal de tu burbuja, tenemos que movernos. – Me dijo mientras me tambaleaba con su mano apoyada en mi hombro.

-Lo sé, lo sé. Vamos, en marcha.

Nos movíamos de noche. Siempre. Realmente no había diferencia entre el día y la noche, todo siempre estaba a oscuras. No era para protegernos de los demonios, a ellos les daba igual, siempre estaban. Si no por los hombres. El mundo a pesar de todo lo que sufrió seguía lleno de bandidos o gente desesperada que mataría por una barra de pan. Y por suerte aun mantenían la costumbre de descansar de noche.

Aparte de esto estaba mi propia razón. Desde aquel día no tuve contacto con ningún hombre. Solo una vez… e intento matarme. Creo que eso fue poco antes de conocer a Frizt.
En los bosques apenas se veía por donde se andaba, y eso nos servía para pasar inadvertidos. Ni siquiera había que preocuparse de los demonios. Salvo los de alto nivel, el resto eran muy fuertes, pero a la vez muy idiotas a la hora de encontrar a alguien a menos que les llames a gritos.

-Así que esto es el sur – Dije mirando la nieve que nos rodeaba. Mis paisajes no eran muy variados, siempre espesos bosques. Pero la nieve… Era algo nuevo para mí.Tenía los ojos como los que tiene un niño con un caramelo.

-Me parece genial que te pongas a jugar con la nieve pequeña, pero la odio y me gustaría acabar esto lo antes posible para poder largarme. – Me dijo en cuanto me agache.

-¡Agáchate idiota! – Le grite mentalmente mientras lo tiraba al suelo.

-¿Qué mierda te pa…

-Calla maldita sea – Le interrumpí – Hombres.

-Mmm… Y en cantidad. Por lo que veo se dirigen a Neila. Pero…

-Está destruida. Lo sé. Lo sentí el otro día. La energía que emanaba aquel lugar no era corriente.

-¿Y no crees que deberías advertirles?

-No – Le dije con una mirada que si matara no vería ninguna otra. – No me fio de ellos. Además mírales bien, van armados. Sabrán defenderse. Sin contar con aquel. El gigante aquel, si fuera un demonio hasta yo me lo pensaría antes de atacarle.

-Tan fría y solitaria como siempre. Algún día necesitaras su compañía. Eres una mujer a fin de cuentas, tendrás tus necesidades. –Acabo burlándose – Ese de allí, el pelirrojo, quizás sea tu tipo.

-Hasta que ese momento llegue preferiría seguir sola. –Dije de forma grosera intentando acabar con el tema. – Debemos seguir, no nos falta mucho para el tercer sello.

lunes, 7 de junio de 2010

El artefacto 2,5.

-¡No pueden hacer esto, es solo una niña! – Gritaba una mujer alta, de largos cabellos claros a la muchedumbre que le hacía frente. – Vamos padre, usted de entre todos debería saberlo, un niño no sería capaz de hacer algo así.

-Lo sé hija mía, lo sé. Yo, de entre todos los aquí presentes, que sigo las palabras del señor, se que un niño es un ser noble e incapaz de hacer ninguna atrocidad semejante, un ser indefenso. Y es por eso mismo por lo que estoy aquí, por lo que estamos todos nosotros aquí reunidos frente a esta niña a la que tanto te aferras. Hemos venido a eliminar el problema de raíz, antes de que crezca y se extienda como una plaga. Apártate hija mía. – Dijo el sacerdote moviendo su mano de lado a lado.

-No… No puedo hacer eso, no puedo dejar que le hagan daño. – Su cuerpo no dejaba de temblar.

-Mira, sé que muchos otros dioses permitirían a un ser así vagar libremente por la tierra. Pero esos dioses no existen. Son deidades inventadas por paganos intentando que sus pecados sean perdonados autoengañandose. Personas que no solo no están contentas con todo lo que el gran Korsten nos ofrece, sino que además lo destruyen y se enfrentan a él. Y yo como un sacerdote que propaga si palabra, no puedo permitir que ese… monstruo siga con vida. Y te juro por Korsten que hare todo lo que sea necesario para conseguirlo. – Su rostro ya no era el de antes, la furia de sus palabras habían cambiado su expresión.

Al cabo de varios minutos de silencio, en los que nadie movió un pelo menos ella, la mujer que no dejaba de temblar, el sacerdote hablo.

-Qué así sea. –Dijo con una pequeña sonrisa. – Traedme a la niña.

No paso nada. “Traedme a la niña” repitió. Pero nadie se movió. El padre se giro y los vio a todos con la vista perdida en el cielo. Levanto la vista lentamente y admiró la razón por la cual la horda de creyentes fanáticos le ignoraba. Y la razón no era ni podía ser menospreciada.

El cielo estaba cubriéndose de una gruesa capa de oscuridad que en pocos segundos llego a ellos junto con un estruendoso chillido infernal. La luz que cubría la entrada de la cabaña en la que todos estaban había desaparecido. Todos los presentes empezaron a inquietarse. Algunos huían del lugar, otros hacían memoria de las palabras de Korsten, otros se quedaron paralizados ante una situación que les superaba, y otros culpaban a gritos a la mujer por defender a la niña haciendo enfadar a la deidad.

Disponían a correr hacia ella en cuanto varios de los que habían huido comenzaron a gritar desesperadamente. Gritos que pronto se convirtieron en gemidos de dolor.

Aprovechando la situación, la mujer entro en la cabaña y me miro. Estaba escondida debajo de un antiguo escritorio de madera. Se agacho frente a mí en el momento en que los gemidos se oían al otro lado de la puerta y me dijo: “Escapa, escapa Lia…

domingo, 2 de mayo de 2010

Bar.

Todos se sorprendieron al verle entrar. Nadie se lo esperaba. Se suponía que no tenía que aparecer. Pero así lo hizo.

Atravesó la puerta con bastante brusquedad, pero a la vez con delicadeza. Todas las miradas allí reunidas se clavaron en su rostro cubierto por unos finos cabellos oscuros que dejaban entrever unos unos brillantes ojos. Caminaba con firmeza directo hacia la barra. Todos tenían cara de asombrados. No era algo que se esperasen. No era algo que debiera pasar. Todos estaban boquiabiertos. Nadie conseguía articular palabra. Se miraban entre sí, esperando a que alguien diera el paso. Nadie lo hizo. No se atrevían.

-Una copa. – Dijo mirando al camarero con indiferencia, que tardo varios segundos en comprender el pedido. Se dio la vuelta, agarro una botella de las del montón. La sirvió en una jarra y se la dio.

El extraño simplemente se limito a beber su bebida, sin más. Ignorando todas las miradas que se clavaban en su amplia espalda. Bebió con armonía. No tenía prisa.

Los murmullos empezaron a crecer poco a poco. Apenas se entendía nada.

Una vez que acabo su bebida, golpeo con la jarra la mesa. El silencio volvió a inundarlo todo. Las miradas volvieron a fijarse en el. Se giro, aun sentado en su banco. Aparto los cabellos que cubrían su rostro, y devolvió la mirada.
Era un rostro bastante pálido, delgado. Pero fuerte a su vez. Mostraba completa confianza en sí mismo. Sus ojos lo respaldaban. Una mirada segura, la mirada de alguien que nunca huye, que no se retracta. Una mirada asesina. Hubo un ligero movimiento bajo su oscura gabardina de piel, a la altura de sus caderas.
Todos los allí presentes se pusieron de pie. Le rodearon. No había hueco entre el muro de hombres que habían cambiado su rostro de asombro, de miedo, por uno lleno de violencia, de odio, que dejaba clara sus intenciones.

Se escucho la puerta de atrás cerrar tras la huida del camarero, quien seguramente llamaría a los guardias. Aunque sabía que de poca ayuda le seria al extraño, que llegarían demasiado tarde.

-¿Cómo? – Dijo uno de entre todos. Era bastante grande, corpulento. Llevaba una gran maza en su mano izquierda. Ojos enormes, marrones. Varios le miraron, era el único que hablo.

-¿Acaso importa? – Le respondió el extraño. No le miraba. Miraba sus manos, las manos de todos. Esperando alguna reacción. – Simplemente paso.

Nadie más se atrevió a abrir la boca. Todos temblaban. Sabían que no era un rival cualquiera. Pero también sabían que eran muchos, y que no importa quien fuese, no podría contra todos. Esos les daba seguridad, les daba confianza. Una confianza que aun así no les servía de mucho. Sabían que él estaba vivo a pesar de todo. No debía estarlo.
Algunos mostraban una leve sonrisa. Intentaban no pensar en ello, aunque no lo conseguían del todo.

El extraño se puso de pie de un impulso. Todos dieron varios pasos para atrás. Ahora apuntándole con sus armas que se separaban de el por pocos centímetros. El las ignoraba, tenía la vista perdida, sus manos bajo la gabardina, sujetando dos empuñaduras que se dejaban ver levemente fuera de ella. Los que las vieron retrocedieron aun mas, los demás se quedaron quietos, le miraban a él. Error. De un sutil movimiento con sus brazos y muñecas, corto gargantas, caras y brazos de los que seguían aun más cerca. Cayeron al suelo. Los demás retrocedieron aun mas, seguían apuntándole. Temblaban. Apenas podían mantenerse firmes. Sudaban.

El extraño bajo la mirada hacia el suelo, aun con la vista perdida. No miraba a nada en particular. Abrió los brazos y dirigió con la punta de las dos espadas hacia los lados. Midiendo. Calculando. Levanto un poco la mirada hacia el frente, y con un impulso se lanzo hacia delante, cargando contra los tres que allí estaban. Cuatro cortes. Se detuvo. Solo quedaba uno. Frente a la puerta, temblando, sudando. Había mojado los pantalones. Su cara no mostraba la violencia de antes, no mostraba esa leve sonrisa. Su rostro no era el mismo de antes. Era uno mucho peor. Un rostro que dejaba ver una fuerte locura. Una locura que le hacía capaz de cualquier cosa sin seguir ningún patrón. Algo que el extraño sabía que podía hacerte perder la vida estúpidamente, como hacerte alguien de lo más peligroso.
El restante se lanzo contra él, dio un corte de arriba abajo bastante torpe. Lo esquivo sin muchos problemas con un giro hacia su derecha, y siguiéndolo, dio un corte de lado que le dio en medio del pecho. Cayó al suelo.

Se quedo quieto, inmóvil. Sus cabellos volvieron a cubrirle el rostro. Miro a su alrededor. Camino entre los cuerpos. Dejo un par de monedas en la barra por la bebida, y se fue.