Poco a poco uno va escribiendo cosas y a saber por que,si por aburrimiento o por simples ganas de mostrar lo que hace,lo sube a internet :P
viernes, 10 de diciembre de 2010
El artefacto 2,16.
Al cabo de varios segundos me extendio la mano.
-Era hora de que me invitaras a entrar. - Le dije estrechandole la mano y dirigiendole una sonrisa.
-Tan insubordinado como siempre. A una dama no se le habla de esa manera.
-Ya me conoces, soy todo un caballero.
-No se yo si un caballero, pero tiene su merito el que te deje verme.
-Siempre, siempre con lo mismo. ¿Por que no aceptas ya que somos amigos y te caigo bien?
-¡Nunca! - Se echo a reir.
En ese momento una rafaga de luz me dio en el rostro y me fije en todo lo que habia a mi alrededor. Estaba en un valle enorme que se extendia hasta donde mis ojos no alcanzaban. Todo con un verde cesped que resaltaba a la luz del Sol que se reflejaba en las cristalinas aguas de las cascadas a nuestro lado.
-Sol... animales... Esta vez te haz esmerado con este lugar. - Le dije mientras seguia maravillado con todo aquello.
-Supuse que te gustaria volver a ver algo asi despues de tanto tiempo a oscuras. - Los animales se le acercaban. - Y bueno, ¿Que te trae por aqui? - Me pregunto mientras acariciaba la cabeza de un pequeño conejo.
-Ya lo sabes. - Le conteste suavemente.
- Si... Pero queria que me lo dijeras tu. No sabias nada de todo esto, ¿Como te has enterado?
-La chica. Una joven que nos encontramos en Neila. Le acompañaba un ser magico de fuego. Ella nos lo conto todo sobre los sellos.
-Asi que esa era la fuerza que no podia descifrar. Frizt. Es raro que se deje ver.- Dijo para si misma. - Aunque bueno, yo tambien te dejo verme.
-¿Le conoces?
-Si. Hace muchisimo tiempo. Demasiado. Antes incluso que los humanos existieran.
-Entonces... ¿El es como tu?
-Exacto.
-Entonces puedes venir con nosotros, ayudarnos.
-No. No mi querido Awan. No puedo abandonar este bosque.
-Pero... ¿Por que?
-El bosque es mi vida. Frizt puede ir donde quiera, en cualquier lado se puede dar el fuego. Pero en un mundo tan corrompido no hay lugar para una flor, y menos para un bosque. Este mismo en el que nos encontramos se mantiene con vida gracias a que permanesco en el. Si me fuese se marchitaria, moriria y no tendria a donde volver... desapareceria con el. -Acabo hablando con voz triste, mirandome a los ojos como pidiendome perdon. - Lo unico que puedo hacer es darte el sello. -Me dijo mientras de su mano salia una bellota del tamaño de mi cabeza.- Pero antes de que te vayas dejame advertirte de algo.
-¿Irme...? - Intente preguntar.
-El poder de este sello - Me interrumpio. - Es como el de tu amigo que perdiste. Solo hay dos mas pero desconosco sus poderes. Aun asi, si te encuentras en peligro rompelo, rompe el sello, salvate. Aun si eso significa destruirlo para siempre. Prometeme que te salvaras, que lo usaras, que no moriras... - Una lagrima cayo desde sus ojos atravezando sus mejillas.
-Lo prometo. - Le dije sabiendo que seria la ultima vez que nos veriamos.- ¿Ves? Al final si que te caigo bien. - Intente calmarla mientras todo se volvia borroso y oscuro hasta verme a pocos metros del campamento.
Me intente acercar muy despacio para que nadie se diese cuenta. Pero no salio muy bien.
-¿Donde te habias metido? - Me sorprendio Tosar junto a Lia y Frizt.
-Eh... Habia ido a dar una vuelta. Para pensar. - Intente disimular.
Lia y Frizt se miraron y murmuraron algo en voz baja.
-Y encontraste el sello. - Lia señalo mi bolsa.
-Si... Senti algo raro mientras caminaba y lo encontre bajo un arbol.
-Perfecto. - Levanto la voz Tosar. - Cuanto antes salgamos de este maldito bosque mejor.
-¡¿Ni siquiera vas a preguntarle por lo que hizo?! ¡¿Crees que uno se encuentra uno de estos sellos por simple casualidad?! - Le grito Lia.
- Cada uno tiene sus propios secretos amiguita. Vamonos. - Dijo al darse la vuelta.
Lia resoplo enfadada y se fue tras el con Frizt, quien antes de irse se me quedo mirando varios segundos. Seguramente sabia todo lo sucedido. Pero no dijo nada.
El artefacto 2,15.
-¿Tu tampoco puedes dormir? - Dijo Tosar acarcandose en silencio por detras.
-Hay muchas cosas que debo asimilar aun. - Le respondi. El se sento a mi lado dandome la espalda.
-Ya somos dos amigo mio, ya somos dos... Desde que todo esto comenzo que no tenemos una noche tan tranquila como esta.
-¿Sabes? Si te soy sincero, nunca espere verme en eswta situacion. Estar tan tranquilamente a tu lado bajo la noche charlando de todo esto. Si supieras lo que dicen de los Deshi todas las historias. Como les hacen ver para todos los demas. Como me hicieron creer que serian.
- No nos hacen honor, ¿Eh? - Me dijo.
-Ninguno.- Le dije soltando una pequeña risa.
-¿Se suponia que seriamos unas bestias canibales o algo parecido? - Respondio a mi risa.
-Masomenos si. Si supieras el miedo que te tenian todos mis hombres mientras ibamos hacia el sur.
-¿Solo tus hombres? - Volvio a reir.
No me salian las palabras entre tanta risa. A pesar de haver perdido tantas cosas en tan poco tiempo, cosas muy importantes para mi, reir era la unica manera que tenia en aquel momento de afrontarlo.
-¿Sabes...? Lo que nos espera es un largo y duro camino. Quizas sea un suicidio. - Le dije aun con la mirada perdida en el cielo.
-Lo se. - Respondio levantando la vista. - Pero alguien tiene que hacerlo.
-Ya... Bueno, basta ya de tanta palabreria. Si me disculpa, señor canibal, me ire a descanzar lo que queda de noche. - Le dije mientras me levantaba y me alejaba hacia mi tienda. Las risas de Tosar se perdian en la lejania.
A la mañana siguiente, mientras todos aun dormian, lentamente me aleje del campamento hacia el espeso bosque que nos rodeaba.
Ya no se olia el refrescante aroma del agua del lago en el que deje a todos atras cuando los arbustos de mi alrededor comenzaron a moverse. Rapidamente empece a correr para intentar alcanzar lo que fuese que los movia hasta llegar a la raiz de un inmenso arbol en donde todo dejo de moverse. Mire hacia atras y el camino de hojas y ramas rotas que deje al correr habia desaparecido. El bosque se habia encargado de ocultarlo para no mostrarme el camino.
Varios minutos pasaron conmigo alli queto, esperando, hasta que de la nada aparecio una puerta completamente tallada en la raiz de aquel enorme arbol. De ella salio una bella mujer con un corto cabello rubio brillante y unos ojos verdes como el bosque que nos rodeaba.
-Bienvenido Awan, cuanto tiempo.
lunes, 6 de diciembre de 2010
Entrevista
-Bueno, veamos. Una ultima comprobación, ¿Luces?
-Bien.
-¿Cámara?
-Bien.
-¿Sonido? Uno, dos, tres, probando.
-Perfecto.
-Vale, alcánzame la libreta y comenzaremos la entrevista.- Estiro el brazo y le entregaron su libreta. No aparto su mirada de mí ni un segundo. – De acuerdo, comenzaremos con esto. Puede que algunas preguntas le parezcan tontas y de respuestas obvias, pero así es todo esto, ¿Listo?
-Una cosa antes de empezar. – Le dije seriamente.
-Dime.
-¿Para que la libreta? Ya me están grabando, todo lo que diga quedara en el video. Así que, ¿Para que la libreta?
-Suelo dibujar en ella, digamos que algunas entrevistas son demasiado aburridas. Todos se creen que tomo nota de o que me cuentan. Bueno, comencemos con esto. ¿Cuál es tu nombre?
-Donatello Ruiz. – Dije resoplando.
-Es un nombre un tanto…
-¿Extraño? Dígamelo a mí. Ruiz viene de mi padre, y Donatello… Digamos que a mi madre le fascinaban las tortugas ninja de pequeña, cosa que empiezo a dudar seriamente por que todos sabemos que Raffaello le da mil vueltas al tonto del palo. Al menos eso explica el que acabara en aquella institución mental.
-¿Y acabo viviendo solo con su padre? – Hizo su siguiente pregunta.
-Eso seria lo lógico, pero no. Al día siguiente de que encerraran a mi madre, mi padre me presento a su amante francesa llamada Jennifer no se que. Es buena persona y hacia feliz a mi padre. Así que se puede decir que no me fue tan mal.
-Vale, ya habiendo indagado en el tema de sus padres, vamos al tema principal.
-¿Se refiere a cuando empezó todo?
-Exacto.
-Bueno, vamos a ver. Todo comenzó cuando tenía ocho. No, nueve. No, espera, ocho. Tenía ocho. Bueno da igual, no importa.
Estaba yo jugando tan alegremente en mi cuarto como cualquier niño de aquellas edades cuando mi madrastra entro de golpe, me tiro gasolina encima y me lanzo una cerilla. No, eso no. ¿Cuándo fue que…? Ah, si. Me encontraba yo jugando en mi cuarto con mis coches de carrera haciendo que chocaran. Ya ve usted que niño mas retorcido era. Bueno, estaba yo golpeando mis autitos metálicos cada vez más fuerte hasta que al final se creo una pequeña chispita de nada. Imagínese mi sorpresa, me creía Dios. Empecé a aplaudir y a reírme a carcajadas, y creo que de tanto reír me canse y me quede dormido. Horas mas tarde me desperté en al cama de mi padre junto a el y Jennifer y me dijeron que al parecer mi cuarto se había incendiado por completo. Imagínese, un niño que se divierte golpeando coches y se ríe a carcajadas mientras su cuarto es consumido por las llamas delante de el. Todo un genio del mal.
Luego hubo otra vez, años mas tarde. Si no m equivoco fue a tercera hora. Estábamos dando historia. Carlo Magno si no recuerdo mal. En mitad de la clase, nos notificaron de que había un escape de gas y que por seguridad debíamos abandonar las clases. Nada mas levantarnos, toda la clase voló por los aires. Alguna chispa al mover las mesas o algo, nunca se supo. Solo sobrevivimos dos. Una chica que fue llevada al hospital con graves quemaduras en todo su cuerpo y yo, tan ileso como llegue aquella mañana. Me pase los siguientes dos años siendo el centro de atencion hasta que se olvido todo aquello.
-Debió de ser muy duro que todos te miraran como a un bicho raro. – Me dijo mientras escribía en su libreta.
-¿Duro? Era la persona más popular de todo el colegio. A las chicas las volvía locas y nadie se metía conmigo. Una pena que se acabara. – Levante la mirada para ver si escribía algo o solo garabateaba.
-Me lo imagino. – Me miro con cara de pena.- ¿Y cuando fue que se dio cuenta de que era lo que le pasaba?
-¿Directa al grano eh? – Le dije soltando una pequeña sonrisa a la que no me respondió. – Para esto nos adelantaremos varios años, hasta los diecinueve. Había conseguido un trabajo para las fiestas de navidad. Iba a ir trajeado y todo, ¿Sabe? Muy apuesto yo con mi corbatita roja, todo un agente secreto. Aunque la discreción no era lo mío.
Me desperté sobre las seis de la mañana, hora no apta para nadie. Me duche y me vestí a medias. Un chico a esa edad no sabe como meterse ahí dentro, su fisiología no esta preparada. Su cuerpo lo rechaza como a una enfermedad infecciosa.
Bueno, el tema es que después de discutir con mi padre sobre los contras (por que no tiene ningún pro) que tenía consigo el vestirme así, Salí de casa hacia el tren. Hacia un frió que pelaba. Y claro, ¿Cree usted que aquel traje era abrigado? ¡Ja! En mi vida tuve tanto frió. Quienquiera que haya dicho que trabajar con traje era lo normal, seguro que nunca llevo uno puesto. Son difíciles de poner, son incómodos, son…
-Vuelve a la historia por favor. – Me interrumpió con voz seca.
-Son feos… - Dije en voz baja. – Y bueno. Estaba a escasos cinco minutos del tren cuando comencé a oler algo raro. La gente que pasaba cerca de mi se alejaba y me miraban con caras raras. Imagínese, yo que me creía dentro de un disfraz de Halloween y la gente me miraba así. Que vergüenza. Pero al final un hombre me hizo un tacle por detrás y me hizo comer el asfalto. Un hombre muy agradable. En cuanto me levante para ver si correr o quedarme dependiendo de cuan grande fuese, le vi con mi traje en sus manos. Tenía un agujero enorme en la parte de la espalda. Y al tocarme, note que la camisa también. El hombre me dijo “¡Te estabas prendiendo fuego tío!”. Ya ve usted, un hombre ve por la calle a una persona que se prende fuego y su solución es romperle el cráneo contra el suelo. Por su gran razonamiento seguro que es un atrapado del gimnasio, además de que un brazo suyo era como tres veces yo.
-¿Y que paso luego? – Insistió para que siguiera.
-Tranquila señorita, todo a su tiempo. – De nuevo ignoro mi sonrisa… Con lo simpática que es. – En cuanto la gente se fue de encima de mí y perdí de vista al grandote aquel, llame a casa y mi padre me trajo otra ropa y me llevo en coche para no llegar tarde.
Al final llegue a tiempo y todo fue bien hasta después de la hora de la comida. Se acerco a mi una ancianita de estas que sabes que será su ultima navidad entre nosotros. Me pregunto sobre una talla de pantalón, lo busque, se lo di y me despedí de ella para siempre. Me di la vuelta para ir a por otro cliente que estaba al final del pasillo, cuando vi humo que venia de mi espalda. Igual que aquella mañana. Rápidamente me saque el traje para que ningún pirado de las pesas rematara el trabajo. Lo sujete con ambas manos y corrí como un idiota dando gritos hasta que se activaron las duchas esas anti incendios.
Diez minutos más tarde me encontraba yo y mi ropa agujereada y completamente empapado delante de dos hombres trajeados, calvos y gorditos con cara de haber sido infelices durante toda su vida. Ahora que lo pienso, quizás eran parientes de aquella ancianita y les dolía su inminente perdida.
-Remítase a los hechos por favor.- Insistió, una mujer muy aburrida.
-Si, si, si. Me habían llamado por megáfono. Imagínese la cara de todos al verme llegar y ver que no era una tortuga ninja. Menuda decepción se llevaron.
Así que ahí estaba yo. Cara a cara con los jefazos. No recuerdo que dijeron, solo algo de fuego, alarma y clientes, acabando con un fuerte “explíquese”. Supuse que serian gente comprensiva, así que les explique lo de aquella mañana y lo de la tienda. Pero no fue muy bien y acabe de patitas en la calle. Un odio creció en mi interior, una rabia inmensa. Pero como no soy de pegar a la gente, solo patee un perrito de esos pequeñitos que paso cerca de mi, la dueña no se lo tomo muy bien.
En cuanto llegue a casa hubo una discusión a gritos, aunque diría que fue mas bien un monologo, mi padre y Jennifer no son muy de hablar.
“¿Cómo es posible? Malditos gordos en sus cochinos trajes. Les conté todo y aun así no me tomaron como a un jodido mentiroso. Ya te dije yo que no saldría nada bueno del traje. Ya viste como quedo la ropa. ¿Acaso mi espalada es inflamable o solo odia los trajes? No se, quizás paso cerca de mi un grupo de niños y decidieron hacer un campamento en mi espalda. La locura de mama se le habrá pasado a mi espalda, quien sabe. ¿Sabes que? Me pasare un mes entero sin camiseta, a ver si pasa algo. Mira al tele, muestran gente como Superman, Aquaman, Spiderman. ¿Acaso ves alguno cuyo súper poder sea tirar fuego por la espalda? Es vergonzoso.
Y cumplí con aquello. Un mes entero sin nada encima. Fue muy duro si sumas que era invierno y además uno de los más fríos en años. Lo pase muy mal, pero al menos no paso nada.
jueves, 28 de octubre de 2010
Dentro.
Dentro era oscuro. La poca luz que entraba desaparecía entre la negra sombra de las paredes de la cueva. De las húmedas rocas caían gotas del lago sobre el que estaba que hacían resonar un eco que acababa mas allá de lo que nuestros ojos nos permitían ver.
Ninguno de nosotros pronunciaba palabra. Lo único que había en nuestras mentes eran las palabras de nuestro señor que nos ordeno salvar a su preciada hija menor. Nadie nunca la vio salvo unos pocos elegidos. Dicen que su hermosura es tal que con solo una mirada apago la ira entre Amil y Solvo, la llama de un odio que llevaba encendida más de 400 años.
Y hace cuatro días desde hoy, fue raptada por los bandidos que habitan estas cavernas. El solo pensar en que seres humanos vivan en este sitio explica el cómo están tan locos para hacerle algo así al señor. A medida que avanzamos, el eco de las gotas al caer y el movimiento de nuestras armaduras iba disminuyendo. No estábamos acercando al final del camino.
Una luz verde se empezó a vislumbrar al final. Se reflejaba en las rocas entonando la cueva en un verde casi mágico. Al acercarnos, lentamente fuimos desenfundando las espadas y preparados para lo que hiciera falta. Paso tras paso nuestra respiración era más agitada, nos movíamos más lentos. Nunca habíamos ido a la batalla desde que fuimos instruidos, las gotas de sudor caían por todo nuestro cuerpo. Estábamos alertas hacia lo que pudiera salir por delante, la luz era muy fuerte dentro de los pasillos de la cueva, no podíamos ver lo que había al final. Y eso no era bueno, nuestra atención se centraba completamente en lo que teníamos delante, sin ver por debajo. A mi izquierda estaba Jar, le conocí en las salas de entrenamiento, era muy bueno con la espada, mejor que nadie que hubiera visto nunca. Tenía dos hijos y una amable esposa. Tres segundos bastaron desde que dio su último paso con el pie derecho accionando una baldosa trampa y cuatro lanzas salieron del suelo atravesándole el pecho. Tres segundos bastaron para arrancarle un padre a dos niños, tres segundos para acabar con su vida y parte de los que le rodeaban.
Detrás de mi estaba Dali, una hermosa morena, sobrina de uno de los herreros de la corte. Sostenía en sus manos una de las espadas que llevaban los soldados personales del señor. De nada le sirvió para detener el miedo ante semejante escena o para evitar los gritos de miedo que luego arrojo contra el cuerpo inerte de Jar.
Por delante iba Elif, era el hermano mayor de Dali. Llevaba un hacha que fácilmente medía el doble que su estatura. Era el que estaba a cargo de nosotros. Apenas se le veían unos pequeños ojos rojos entre toda la pesada armadura que llevaba sobre si. Se dio la vuelta, se acerco a Dali y la sacudió fuertemente tirándola al suelo para devolverla en sí. Luego retomo su posición y empezó a caminar como si nada hubiera pasado. Le seguimos.
Finalmente llegamos hasta el final de la cueva. No era tan grande como me esperaba. Era casi redonda, con no más de cuatro metros de altura. En el centro se encontraba un pequeño espacio recubierto de unas sabanas gruesas color azul oscuro, y sobre él un cristal verde que flotaba en el aire que desprendía una fuerte luz verde por toda la sala. En cada extremo se podía ver los restos de los bandidos. Todos fueron mutilados allí mismos
Elif avanzo hacia el centro de la sala cuando cayó redondo al suelo. Su cuerpo se desplomo completamente. Sin decir una palabra, sin hacer ni el mas mínimo ruido. Simplemente dejo de moverse.
Dali y yo cruzamos nuestras miradas. Sus ojos estaban a punto de salirse de sus orbitas. Tenía una mirada tan llena de miedo que me hacia olvidar que era capaz de hacer una sonrisa como a la que nos tenía acostumbrados. De golpe empezó a gritar. Unos gritos fuertes y penetrantes que resonaban por toda la sala y que de alguna forma interactuaban con el cristal, el cual empezó a disminuir y aumentar la luz que desprendía a la vez que subía o bajaba la fuerza de los llantos de Dali.
Sin pensar en nada, me acerque lentamente hacia el cristal. Cada paso era más pesado que el anterior, me costaba cada vez mas respirar, la mirada se me nublaba a medida que me acercaba. Hasta que llegue a estar a tres pasos de él y caí al suelo de rodillas. Me mantenía en esa posición apoyando el peso sobre mi espada. Lentamente fui estirando el brazo hasta tocar las sabanas con mis manos. Eran de una seda muy gruesa. Cerré el puño y tire hacia abajo.
Levante la vista y vi el altar de piedra que había detrás de aquella sabana. Parecía muy antiguo, lleno de polvo y de una enredadera que lo rodeaba por todos lados que salía de debajo del suelo y de la cual nacían unas hermosas flores rojas y blancas. Más bien, un líquido rojo caía del altar y era absorbido por las flores que tomaban su vivo color.
Entre el contraste de unas hermosas flores por delante y unos llantos de dolor y desesperación por detrás, me levante ayudándome de mi espada para ver la superficie del altar.
Entonces lo vi. Era la hija de nuestro señor. Había sido cortada en trozos, y su hermoso rostro del cual tanto se hablaba había sido mutilado a golpes hasta dejarla irreconocible y su sangre coloreaba las flores que se encontraban bajo ella.
Sin más, el llanto de Dali se apago y cayó desmallada al suelo habiendo alcanzado su límite. La luz del cristal volvió a estabilizarse y mis fuerzas volvieron permitiéndome ponerme de pie. Estuve varios segundos observando el cristal intentando olvidar la imagen de la joven niña del altar cuando la luz se hizo más fuerte haciéndome retroceder varios pasos y casi perder el equilibrio. La luz se había concentrado en solo un lado del cristal, el que estaba delante de mí. Como si me observara. Empezó a tambalearse en el aire, a hacer ruidos extraños hasta encoger en algo no mucho más grande que mi mano. Cuando quise darme la vuelta y salir de allí me di cuenta de que no podía. Estaba paralizado. El cristal seguía moviéndose en círculos hasta que su sonido se apago delante de mí y con un rápido movimiento se clavo en mi pecho.
No sentí ningún dolor. Y caí al suelo.
No recuerdo nada más de aquello. Tan solo despertar en uno de los calabozos. Según uno de los guardias estaba allí por secuestrar y asesinar a la hija menor del señor y quitarles la vida a dos soldados. Junto a mi estaba Dali con la mirada perdida en mi pecho.
-¿Lo recuerdas verdad, lo que ese cristal les hizo? – Me dijo con una voz suave y tranquilizadora.
-¿El qué? – Le pregunte intentado atraer su mirada a mis ojos.
-Se… Se los llevo… Se los llevo a todos… Y ahora… Los traeré… De vuelta… - Con un tono completamente diferente se acerco a mí a rastras con la mirada aun perdida en mi pecho mientras sacaba un pequeño cuchillo de debajo de sus ropas.